Rafa Honrubia, Fotografías: Pablo Chacón
contaminación marina

Objetos plásticos, objetos gástricos

Dicen algunos que en los residuos del presente se hallan los genes del futuro. En ese envoltorio de caramelo que alguna vez has tirado al suelo reside gran parte de nuestra idiosincrasia como sociedad consumista, también forma parte de nuestra cultura y, cómo no, desvela nuestra relación con la naturaleza. Es un objeto insignificante pero nos dice muchas cosas porque se pone el traje de símbolo. Los objetos ni se crean ni se destruyen, se transforman. Primero tienen un significado para su propietario, el que sea, cuando se quedan sin dueño se convierten en basura y sufren una reencarnación.

Pablo Chacón es fotógrafo y experto en analizar la reencarnación de los objetos, los trata como entes vivos capaces de contar historias. Y propone mirarlos uno a uno, analizar la relación entre ellos y el porqué de sus formas desgastadas: restos de una pinza de la ropa, un envoltorio de chocolatinas doblado y descolorido, un señuelo de pesca en buen estado, un palo de chupa-chups sin nada que chupar, el asa abre-fácil de un brik de leche. Todos los objetos son de plástico, todos han sido encontrados en los estómagos de animales varados y muertos en el mar Mediterráneo, pero podrían ser de cualquier otro mar. El objeto se somete a un juicio, acusado de ser el arma del crimen.

Francesc Domènech dice que no todos los objetos extraídos durante las necropsias son culpables de la muerte del animal. Pero hay bastantes casos documentados de muerte, ya sea por enmalle o por ingesta. El Instituto Cavanilles de Biodiversidad y Biología Evolutiva de la Universitat de València gestiona la Red de Varamientos de Cetáceos y Tortugas desde 1990 y Domènech es uno de los investigadores encargados de estudiar el contenido estomacal de los animales. «Desde 1995, que se tienen datos de registros de tortugas marinas de manera continuada en la región de Valencia, siempre ha habido una cantidad elevada de estos reptiles con plásticos ingeridos; al menos el 60% de las tortugas analizadas en un año, llegando casi al 90% en algunos años», explica.

Y es que el Mediterráneo es uno de los mares con mayor contaminación por plásticos del mundo. El Estado español y Turquía son los países europeos a la cabeza en este macabro ranking. El 95% de los residuos en mar abierto, en los fondos marinos y en las playas son plásticos. Es nuestra basura preferida, la que nos configura. Nada de esto sería preocupante si el plástico fuera biodegradable. Pero no lo es. Se deteriora a medida que se oxidan las cadenas de polímeros que lo forman, un proceso que puede durar 400 años. Muy lentamente se rompe en trozos cada vez más pequeños hasta convertirse en hebras microscópicas que permanecen como residuo.

 

 

Los científicos han dado nombre a estos plásticos mini: microplásticos. Son los que alcanzan los niveles más preocupantes en el Mediterráneo. La concentración de microplásticos es casi cuatro veces mayor en este mar que en la famosa isla de plástico del Pacífico Norte, según el último informe de WWF. Imperceptibles y minúsculos, se cuelan sin demasiados problemas en la cadena alimentaria.

Domènech y otros investigadores archivan los encontrados en animales muertos y Chacón los registra sin ambigüedades. De frente, sobre una cartulina gris. Así lo ha hecho con todos los objetos sometidos a juicio. Si los acusados fueran personas, los habría colocado de frente y de perfil. Así es más sencillo identificar al culpable: nosotros.

 


Sin lugar a la ambigüedad. Pablo Chacón, ingeniero forestal de formación y submarinista, siempre ha mostrado sensibilidad e interés por todo lo que rodea a la naturaleza. Cuando alguien le comentó que había un centro encargado de cuantificar y describir la ingestión de basuras en animales varados, no tuvo duda. Es el tema que rodea toda su fotografía documental: objetos vinculados a la muerte. Ya solo quedaba hacer unas cuantas llamadas y explicar el proyecto, cuyo nombre llegó algo después de las fotografías: “Gástrico”.

En el instituto valenciano se han catalogado más de 120 especies, vertebrados e invertebrados, depredadas por el plástico. «Los impactos van desde el daño dérmico y amputaciones hasta la muerte a causa de enredarse en la basura. La ingestión de trozos de plástico puede provocar bloqueo intestinal y perforaciones en el tracto digestivo que conduce a la desaparición de aves marinas, tortugas, peces y cetáceos», explica Patricia Gozalbes, también investigadora del mismo centro.

«Trabajar con objetos reales extraídos del interior de un animal muerto no deja posibilidad de duda. Haya acabado con su vida o no, el objeto se encuentra en un lugar que no debería», señala el fotógrafo. «Cuando buceo veo muchos plásticos, tanto flotando como en el fondo del mar, pero siempre queda la idea ambigua de si hará o no daño al medio ambiente. Mostrar de manera cruda el contenido estomacal de un animal muerto no deja nada a la ambigüedad».

 


La amenaza llega al ser humano. Decir que el plástico se ha convertido en un especie invasora es algo incorrecto en términos científicos aunque sirve para dibujar su tremenda influencia en el medio marino. «Sí que afecta de una manera indirecta al ecosistema», explica Gozalbes.

«La ingesta de estos plásticos puede provocar problemas en el sistema inmune y reproductor de algunas especies por la asociación de estos plásticos con contaminantes y metales pesados. Aunque no sean letales –añade–, pueden provocar cambios en su salud, y por consiguiente, un descenso en el número de individuos de algunas especies que, a la larga, sí pueden causar un descenso en la biodiversidad y cambios en el ecosistema».

La amenaza ha llegado hasta el ser humano. Un reciente informe publicado por Greenpeace y la Universidad de Incheon, en Corea del Sur, tras analizar 39 marcas de sal de todo el mundo, sostiene que más del 90% de ellas contienen microplásticos y recoge que la contaminación es mayor en la sal marina, seguida por la sal de lago y finalmente la de roca. También están dentro de nosotros.

¿Las consecuencias? No lo sabemos.

Por eso nació este proyecto: para reflexionar sobre la contaminación marina y la destrucción de la biodiversidad. La forma directa e implacable de fotografiar los objetos relacionados con la muerte es el sello de este fotógrafo, un estilo único que ya empleó en sus anteriores trabajos. En “Autopsia”, documentó sistemáticamente accidentes de tráfico mortales 24 horas después de la tragedia recogiendo y fotografiando los residuos del suceso. En “Colapso”, registró objetos reales usados por suicidas. Ambos trabajos, premiados en diferentes certámenes, son fieles a la obra de Chacón: «Lo que me apasiona de los objetos es que tienen mucha verdad».