BERTA GARCIA
CONSUMO

Ser o no ser un consumidor

Las personas, en general, jugamos tantos roles en nuestra corta vida que ya no sabemos qué derechos nos asisten en cada uno de los papeles que desempeñamos. Y esto es así por intereses ajenos a nuestros propios intereses y derechos humanos. Lo sentimos a diario, en ámbitos como la igualdad de género, laboral, etc... cuando se maquilla con sucedáneos la esencia principal: ser o no ser ante todo seres humanos.

El ámbito del consumo es uno de tantos que se ha institucionalizado, tiene su día mundial y unos derechos ad hoc. Derechos que, aún siendo de menor enjundia que en otros ámbitos, también tienen lo suyo en cuanto a su vulneración. Y ello a pesar de que somos legión en el mundo, y también a pesar de que la mayoría de países del planeta se autoproclaman democráticos. Pero las hemerotecas están llenas de pasajes bochornosos en la historia contemporánea.

Hay una imagen muy gráfica que representa tres monos que vienen a decir “ver, oír y callar”, muy utilizada por los colectivos sociales asemejándola con la postura que adoptan los tres Poderes del Estado tan nombrados por Tocqueville. En definitiva, ven lo que está pasando, callan para no perder sus status, y hacen oídos sordos a las reivindicaciones sociales.

Sí, seguirán sucediendo “días especiales” como los 8 del marzo (de la mujer y la igualdad), los 15 de marzo (los derechos de las personas como consumidoras) y unos cuantos más. No quería pasar callando las fechas, porque a pesar de significados diametralmente opuestos a los oficiales, los colectivos concienciados van al meollo de la cuestión, a su esencia que no es otra que el equilibrio entre personas.

Las cifras importan, pero son frías y no aportan valor añadido como lo hacen las historias que hay detrás de una vulneración de derechos, con familias concretas que pierden su vivienda, sus pequeños ahorros; personas mayores convertidas en víctimas de la pobreza energética, de la desnutrición; países paupérrimos saqueados, con algunos de sus habitantes empobrecidos que creen en las bondades de los países que les saquearon. Tremendas paradojas.