Miren Sáenz
Buceo recreativo cerca de casa

Viaje al fondo del Cantábrico

Pasear por el fondo del mar, flotar en un espacio tridimensional como una burbuja mientras en cada inmersión se descubren peces y plantas distintos son algunas de las posibilidades que ofrece el buceo recreativo, una de esas actividades antiestrés donde sus practicantes se sienten en la gloria disfrutando del espectáculo. Para probarlo, no hace falta irse a los paraísos del submarinismo. El Cantábrico es espectacular.

Cada excursión submarina es distinta: el estado del mar, la luz, la fauna e incluso la flora en movimiento se encargan de ello. Quizás por eso, por la curiosidad, por la placentera sensación de paz y silencio, por estar rodeado de tanta belleza, el buceo recreativo es un hobby en auge. Esta clase de buceo se practica hasta 40 metros de profundidad, no tiene paradas obligatorias de descompresión y se puede salir a la superficie lentamente en cualquier momento de la inmersión. No requiere de una forma física excepcional, basta con poder mover los 18 kilos que pesa el equipo fuera del agua. Tampoco es peligroso, pero se necesita cierta formación antes de llegar al estado de ingravidez. Esa es la manera de garantizar una buena experiencia.

Lo constatan en Buceo Donosti, un centro-escuela-tienda regentado por Óscar Mayor y Mari Paz López desde hace 20 años, durante los cuales han formado a cerca de tres mil buceadores. En puertas del verano, un viernes al mediodía en el que el calor aprieta, ya hay trajín en la sede ubicada en Pasai Donibane para un fin de semana repleto de excursiones que arrancará horas después con las inmersiones nocturnas y dejará las diurnas para sábado y domingo. Entre botellas de aire comprimido, trajes perfectamente ordenados, escafandras y adornos con motivos marinos, cuelgan en la pared numerosas fotografías de esos habitantes que constituyen la fauna y la orografía del Cantábrico.

La realidad de este mar bravo, de zonas rocosas e impresionantes acantilados, supera sus retratos: «El Cantábrico es el gran desconocido pese a que sus fondos son espectaculares. Está la vida grande: congrios, pulpos, bogavantes, centollas… pero también la ‘vida macro’, la que pasa desapercibida de lo pequeñita que es. Hay una gran variedad de gambas y nudibranquios, algunos son autóctonos y en una inmersión se pueden llegar a ver hasta treinta clases diferentes de nudibranquios», explica Mayor, consumado buceador, instructor y director de este centro que adora esas especies aparentemente temibles como las medusas, «son preciosas» dice, o los tiburones.

Precisamente, en la costa vasca abundan algunas clases de tiburones: marrajo, zorro, tiburón azul, peregrinos… «Pero, por desgracia, no los vemos porque están profundos. Aquí solo hay una especie que en primavera se acerca a la costa a desovar que es la katuarraia –o pintarrojo, un escualo rojo que no sobrepasa los 70 cms–. Si tienes la suerte de ver cómo ponen esa especie de cartucho en el que dentro está la cría y lo enganchan a unas algas o una gorgolia ya la tienes localizada y puedes seguir el proceso hasta que, meses después, la cría rompe el huevo».

Para compartir paseo submarino con tiburones, delfines, ballenas yorubas o mantas oceánicas hay que desplazarse a Maldivas, Filipinas, Mar Rojo, Tailandia, México… lugares señalados en las guías por los aficionados, que invierten sus vacaciones en diez o doce días de mares legendarios. «No hay dinero en el mundo para pagar lo que puedes ver allí», recalcan.

Con esa filosofía de que cada mar tiene lo suyo, Mayor recuerda que Mendiola, Jaizkibel, Donostia, Punta Turrulla e Igeldo son magníficos recorridos y los tenemos al lado. Uno de los puntos estrella es el Bajo de la Pikatxilla, a la vuelta de Monpas, una montaña de 30 metros que sube desde el fondo hasta casi la superficie. De hecho es peligrosa para la navegación porque está separada de la costa algo más de 500 metros y solo se ve cuando hay temporales gracias a la espuma. En Pikatxilla han encallado unos cuantos barcos, entre ellos un mercante alemán de madera y algún pesquero. No son los únicos, la zona es rica en restos arqueológicos.

La Bahía de Pasaia ha sido uno de los puntos importantes de construcción de galeones y barcos pesqueros y en sus fondos se ha encontrado abundante material del siglo XVII, desde anclas antiguas de hasta cuatro metros de altura a cañones de hierro. Otro aspecto reseñable del litoral cantábrico es su flora. Famoso por esos bosques submarinos rellenos de algas rojas, en los últimos años preocupa la progresiva disminución de gelidium que a veces cubre las rocas y tapa la vista de los submarinistas, y constituye un capital ecológico imprescindible al que hay que unir las algas calcáreas y gorgonias, esos corales blandos que viven en colonia y son organismos animales que parecen vegetales.

Según comentan existe un antes y un después a la hora de mirar el mar y una diferencia abismal entre la pesca submarina y el buceo. En gran medida, el aficionado ha sustituido el arpón y el fusil por una cámara de fotos o una lupa para observar lo minúsculo. «Ha cambiado mucho la forma de pensar de la gente. El buceador de antes si veía un rape le metía el cuchillo y se lo llevaba a casa. Nosotros el pescado lo compramos en la pescadería. También las técnicas y formas de bucear, los aleteos y maneras de flotar se han mejorado para dañar menos al medio ambiente».

Desde que viajar se ha convertido en una actividad más extendida, el buceo ha ido ganando adeptos a nivel mundial. En Euskal Herria abundan los buceadores locales, pero no hay casi turismo al respecto. «En parte porque no se ha promovido, aunque en los centros hacemos lo que podemos; sin embargo, hay otras comunidades con menos poder adquisitivo que el País Vasco que han visto el potencial turístico de los fondos marinos y han invertido. En su publicidad, el Gobierno Vasco habla del surf y del monte. De esto nada de nada, ni promover, ni cuidar, ni crear reservas o microreservas de buceo. Esto es bueno para todos, para los buceadores, para el turismo y para la pesca artesanal».

Stop a la contaminación. Se estima que para 2050 habrá más plástico que peces, auténticos paganos de una sociedad que ha convertido los mares en vertederos, mientras miles de especies marinas sucumben ante la invasión de artículos que jamás deberían llegar allá. Esta situación a la que se enfrentan unos océanos con altas tasas de contaminación, ha encendido las alarmas: «Es terrible. No sabemos como solucionarlo. Se está hablando de que, para 2021, Europa va a prohibir el plástico de usar y tirar. Que lo hagan ya, ¿para qué vamos a esperar dos años?. En el mar se ve muchísimo, también baterías de coches, botellas… Hay que hacer un trabajo de concienciación en casa y en las escuelas. Cuando salimos con el barco recogemos todos los plásticos que podemos, pero a veces hay tanto que no llegamos». Por eso se están planteando regalar a cada buceador una red pequeña, que la lleve guardada en el bolsillo, para que en cada inmersión recoja lo que pueda.