Marian Azkarate
plantaciones de cáñamo en la región parisina

La prima hermana trabajadora de la marihuana

2.200 hectáreas cultivadas con mimo en las que se yergen orgullosas plantas de cannabis de hasta tres metros, coronadas por unos cogollos como salidos del paraíso soñado por un fumador de marihuana. Una hermosura de visión, aunque no se trate de marihuana sino de su prima hermana, la «cannabis sativa» o cáñamo, cuyo cultivo se está recuperando en Europa como alternativa eco a la agricultura intensiva. Estamos en Île-de-France, en Planète Chanvre (Planeta Cáñamo).

Tiene la hoja de la marihuana, huele como la marihuana y es clavadita a la marihuana, pero no es marihuana; es cannabis sativa o cáñamo, una variante de esta planta de uso tradicional que desapareció prácticamente hace algunos años. Prima hermana del cannabis para uso recreativo, se diferencia de la marihuana en que tiene una cantidad mínima de THC (el componente psicoactivo), de menos del 0,2%. «La podemos fumar tranquilamente, porque no tiene efecto alguno», explica Eric Grange, director de Planète Chanvre, una empresa francesa dedicada a la recolección y transformación de la planta de cáñamo. «Lo máximo que podemos coger es un buen dolor de cabeza», añade. Estamos en el noreste del Estado francés, en la región parisina de Île-de-France, concretamente en el pueblo de Maisoncelles-en-Brie, en el departamento Seine-et-Marne. La cosecha de cáñamo que empezó en setiembre está a punto de terminar y el olor es inconfundible. La imagen también es tropical, lo que choca en una zona tradicionalmente dedicada al cereal como esta, aunque las cosas han cambiado desde que el cultivo del cáñamo ha regresado a la vida diaria de la región y el sector agrícola se está planteando nuevos usos para esta planta ancestral, como puede ser su aplicación en la automoción, la alimentación o la cosmética.

«Es fácil de cultivar y tiene un gran interés agronómico», añade Franck Barbier, agricultor y presidente de Planète Chanvre. «Una vez plantada, no requiere intervención humana alguna hasta que se cosecha, tampoco hace falta usar productos fitosanitarios, ni necesita agua y la misma planta acaba con las malas hierbas porque es como si fuera una especie de aspirador del suelo». En suma, que una cosecha de trigo puede aumentar hasta un 10% más su rendimiento después del paso de la siembra “limpiadora” de la planta del cannabis en forma de plantación en rotación, añade por su parte Rémi Baudouin, asesor de la Cámara de Agricultura de Île-de-France. Estos argumentos son los que han convencido a un centenar de agricultores de la región parisina para que dediquen 2.200 hectáreas, principalmente en Seine-et-Marne y Essonne, a esta especie de laboratorio ecológico. Empezaron solo doce visionarios y en ocho años el área de cultivo se ha duplicado, según datos de la Cámara de Agricultura local.

Papel, cuerdas, fibras, aceites, tintes, combustibles, dicen que las velas de las primeras carabelas que llegaron a América y los primeros pantalones Levi Strauss se fabricaron con cáñamo. Pero la sustitución por otros productos industriales y su asociación con su prima “alegre”, la marihuana, provocaron su declive. Ante la crisis del calentamiento global y la obligación de hacer una apuesta por el medio ambiente, las grandes industrias van a tener que fijarse de nuevo en esta opción más ecológica, «con la que podrán fabricar los jeans del mañana», agrega Barbier.

El cáñamo lo da todo. Todo es aprovechable en el cáñamo: la semilla es rica en omega 3 y 6, tiene sabor a avellana y se puede comer. El cáñamo también se puede utilizar transformado en harina, aceites o cremas cosméticas. La fibra, la parte externa del tallo, se utiliza en la industria del papel, la de textil o la de plásticos. Por ejemplo, se puede reforzar el aislamiento térmico de, pongamos, un coche forrando las puertas en cáñamo y así el vehículo consumirá menos combustible. La cañamiza, que es el corazón del tallo, permite también fabricar hormigón de cáñamo cuando se mezcla con cal. «El proceso no es nuevo, en la Edad Media se usaba para construir los muros de las casas», agrega ahora Sebastien Burin, un joven que es gerente de una empresa especializada en la construcción de casas de cáñamo. Su último proyecto consiste en la construcción de una escuela de 1.700 metros cuadrados. «Desde este rincón del país estamos construyendo edificios de envergadura con procesos ecológicos y respetuosos con el medio ambiente», defiende este artesano.

«El cáñamo tiene una carta que jugar en Île-de-France, una importante zona alimentaria y de construcción», apuntala por su parte el asesor agrícola Rémi Baudouin. Pero también es verdad que exige inversiones muy importantes: producirlo es barato, pero las herramientas de transformación sí que son caras, especialmente la línea de desfibración que separa las diferentes partes del cáñamo. «Se necesitan 5-6 millones de euros al principio y su rendimiento sigue siendo bajo en comparación con cultivos como el trigo o la colza, que dominan la región de París», agrega. Pero la vuelta del cáñamo sí que cumple con otras expectativas, por lo que Baudouin propone que las instituciones públicas, a la hora de plantear la planificación urbana, «se decidan e impongan en las especificaciones de las licitaciones públicas la utilización de este tipo de herramientas de base biológica».

Lo cierto es que la plantación de cáñamo está subvencionada por la Unión Europea. Pero se enfrenta a este tipo de problemas a subsanar, como ese salto en forma de decidido impulso por parte de las instituciones, como apunta Rémi Baudouin o, en el caso del Estado español, a que los productores no tengan contratiempos con la Guardia Civil y la Policía, porque confunden a la cannabis sativa con su prima hermana, la marihuana. No es broma, a algunos productores les ha pasado.