Amaia Ereñaga
la ludopatía se dispara entre los jóvenes

No va más para el juego

Llegó a ganar 13.00o euros y «los perdí en una hora, pero si hubieran sido 100.000, los perdería igual». El gallego Santiago Caamaño (25 años), Ludópata Rehabilitado en las redes, pone rostro a una adicción silenciosa que, como a él, afecta ya a muchos jóvenes, adolescentes y menores del Estado español. También a muchos vascos: se habla de 42.000 en riesgo en la CAV, aunque es imposible fijar la cifra. La que han llamado «la heroína del siglo XXI» cabalga sin brida en el juego online y las casas de apuestas.

Los spots televisivos avisan: empieza la “época de la ilusión”, la cita de todos los años con la suerte, la esperanza –vana, para la inmensa mayoría– y el champán con el que brindan los afortunados. Esta es la época de los décimos de lotería compartidos entre familia y amigos: 2.900 millones de euros de venta tienen previstos en todo el Estado español solo en el Sorteo de Navidad. Un buen pico para las arcas del Estado y también la demostración palpable de que el juego todavía no ha perdido la consideración de actividad de ocio aceptada socialmente y asumida hasta como algo cultural... que da muchas ganancias a una industria muy poderosa. ¿Cómo, si no, entender que a lo largo de todo el año actores famosos, caras conocidas de la televisión y equipos deportivos de fútbol, ciclismo o baloncesto, por ejemplo, publiciten sin recato a empresas dedicadas al juego? Pero la percepción ha comenzado a cambiar ante la constatación de los riesgos, sobre todo del juego online y las apuestas deportivas, que afectan especialmente a una franja muy vulnerable de la población.

«Las tragaperras de toda la vida siguen siendo las reinas de la baraja, pero, ahora mismo, los salones de juego a la juventud la están haciendo añicos. Es peor que la heroína en los años 80». Quien habla así es Javier Cuevas, secretario de Ekintza-Aluviz y Alubiz-Bilbao, dos de las asociaciones que se dedican en Bizkaia a apoyar a los afectados por la ludopatía o la adicción al juego. Cuevas conoce de primera mano todo lo que conlleva estar atrapado por esta “adicción sin sustancia”, reconocida por la Organización Mundial de la Salud (OMS) y el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales.

De hecho, desde hace aproximadamente un año han comenzado a saltar las alarmas en la opinión pública ante la constatación de los riesgos de la proliferación de las salas de juego y del descenso vertiginoso en la edad de quienes acuden a las asociaciones que ayudan a los afectados por esta enfermedad. A falta de datos más concretos, según la Encuesta de Adicciones en Euskadi 2017 del Departamento de Salud del Gobierno de Gasteiz, un 2,5% de la población de la CAV, unas 42.000 personas, presenta algún tipo de riesgo por el juego. Hay una mayoría, eso sí, que se podría considerar “jugadora social”, pero aún así existen varias realidades que no se pueden obviar: si en 2012 algo más de la mitad de la población de los tres herrialdes jugó con dinero (55,9%), entre 2017 y 2018 el porcentaje subió a 7 de cada 10 personas (un 71,6%). ¿La causa? El aumento del juego en lotería y quinielas, pero sobre todo el incremento de las apuestas deportivas que, en cinco años, había subido del 1,6% al 7,3%. Una situación que es el resultado de una regulación laxa del juego online y presencial. Este último entró en tromba en el Estado hace una década y mueve mucho dinero, del orden de 40.000 millones anuales. Aunque en Euskal Herria la situación difiere un poco, debido a la regulación más restrictiva de la CAV y a la moratoria a la implantación de salas de apuestas acordada por las instituciones navarras, no se puede negar que este problema existe. «Al cabo de diez años, el virus ya está inoculado», sentencia el periodista Igor Meltxor, quien prepara un libro a modo de radiografía sobre el juego en Euskal Herria.

Jugador desde los 14 a los 22 años. Joven, varón y con un bajo o medio nivel de estudios aparece como el perfil medio de la persona enganchada por el juego... ¿o no? No hay normas, y Santiago Caamaño (25 años) rompe alguna más, porque este gallego estudia Psicología y trabaja a la vez. Además, con su trayectoria, ha demostrado que es una persona con una gran capacidad intelectual... aunque, durante su adolescencia y primera juventud, dedicase sus neuronas a una actividad autodestructiva. Caamaño firma como Ludópata Rehabilitado en Twitter, donde lleva una activa cuenta desde la que ayuda a otros ludópatas, y es también un caso raro, porque hay pocos que den la cara públicamente. «Yo lo que quiero es acabar con el tabú que existe. Porque, más que mal vista, esta es una enfermedad vergonzante», explica.

Santiago comenzó con el poker online cuando tenía 14 años. «Empecé a lo grande, con una suplantación de identidad: la de mi madre. Yo sabía que jugaba para no ganar nunca, porque a mi madre no iba a decirle que le había robado los datos para jugar al poker. Lo que inventaba mi cerebro es que: ‘Voy a ganar tanto dinero que algún día podré decírselo’». Con el móvil, dejaba una apuesta hecha por la noche, y a las 2 de la mañana, por ejemplo, miraba cómo iba. Porque online se puede apostar durante las 24 horas. A los 16, cambió de gustos. «Empecé con las ruletas tragaperras y, cuando llegaron las apuestas deportivas, prácticamente el 100% de lo que jugaba era a estas. ¡Esa sí fue la droga buena! Su potencial de adicción es mucho mayor por la inmediatez que produce: estás jugando de forma interactiva, interactuando en directo».

Santiago recuerda su primera apuesta deportiva: «Tenía 17 o 18 años y fue en el aeropuerto de Madrid, en la escala de un viaje». Menor de edad y jugando sin ningún control. «Se supone que te piden el DNI, pero está más que demostrado que no. De hecho, yo nunca vi a nadie. A mí me lo pidieron solo una vez, con 16 años». Se juega en unos salones en los que “miman” a los clientes: «Tenían una botella de ron para mí, gratis, a mi nombre y cuando quería un cubata, tenía un cubata. Estaba como un rey. Si quería un kebab, iban ellos, me lo ponían en la mesa y, mientras comía, apostaba. Me sentía el puto amo, pero era su mascota».

¿Pero qué es lo que engancha? «Ganar es parte del juego, pero lo que yo quería era jugar». Llegó a perder 13.000 euros en una hora, «pero si fueran 100.000 los perdería igual, porque, al final, el cerebro se alimenta de eso, de mentirse a uno mismo». Ocho años de “enganche” dan para muchas historias, para descubrir que «la ética de los salones de juego y de apuestas en general se ciñe a la ley... y, a veces, ni eso. Si ellos hacen lo que hacen es porque la ley les ampara. Siempre digo que las claves son la regulación, la prevención y la rehabilitación». Una regulación que está en manos de las instituciones –aunque estas empresas tengan “asesores” procedentes de la política, como Rafael Catalá, ex ministro de Hacienda del PP fichado ahora por Codere– y de un sector, el deporte, donde pocas voces osan alzarse en contra de las poderosas casas de apuestas. Una excepción es la Real Sociedad, que, por decisión de sus socios, rechazó el patrocinio de la británica Betway, o jugadores como el portero del Deportivo de La Coruña, Dani Jiménez, quien denunció públicamente que «las apuestas están matando a gente». Otros, como un jugador del Racing de Santander, tuvieron que retirar sus mensajes de las redes por las presiones. Santiago Caamaño, mientras, sigue con su “activismo ludópata”, pese a bajones puntuales, como el que sufrió al recibir tres mensajes privados en los que le hablaban de otros tantos casos de suicidio. «Tiré el móvil y me eché a llorar. Mi compañero de piso me preguntó qué me pasaba y le dije: ‘Me saturó Twitter’. Pero fue un bajón puntual, porque ahora tengo más fuerza. Pero es que esto está matando a gente».

«En dos años se forma un ludópata». «Ahora mismo el perfil del ludópata ha bajado bastante. Hace diez años estaríamos hablando de personas entre 35 y 50 años, y ahora mismo, de entre 20 y 35. Y eso que no podemos atender a menores de edad; ayer, de hecho, estuve hablando con una madre que tiene un chaval de 17 años con ese problema. En mis tiempos, se calculaba que la adicción se producía al cabo de cuatro a seis años; ahora estamos hablando de que prácticamente en unos dos años se forma un ludópata. Los chavales de 18, 19 o 20 años te lo dicen: ‘Yo empecé a jugar con 14 o 15’. Y este año han venido por primera vez a la asociación 240 personas. El año pasado cerramos con 252; este año seguramente nos iremos a los 300», explica Javier Cuevas, secretario de Ekintza-Aluviz y Alubiz-Bilbao, dos de las asociaciones que se encargan en Bizkaia no solo de asesorar, sino también de, literalmente, rehabilitar a los adictos al juego. Concebida en tres fases, la rehabilitación se hace primero en un grupo de acogida, luego en una terapia de grupo (entre seis y ocho meses) y, finalmente, con un ludópata y una psicóloga (otro tanto). Todo ello en la propia asociación, porque Osakidetza los deriva a ellos: una demostración de esta especie de doble cara de la Administración hacia esta enfermedad.

Luego está la cuestión social: «Más que blanqueo, lo que yo creo es que es una normalización del juego; es lo habitual. Si el Athletic tiene una camiseta que patrocina un portal deportivo [Bet365], tampoco va a ser tan malo, ¿no?», ironiza. «Nosotros pedimos una cosa muy sencilla: que uno mismo tenga la posibilidad de autoprohibirse; es decir, que haya un control efectivo. ¿Qué pintan salones de juego que tienen hostelería, que ofrecen pintxos a bajo coste, que te regalan cosas...? Vas a las 11.00 de la mañana y el café es a 0,70 euros, son locales que no tienen luz natural, no hay relojes para que haya ausencia de tiempo, los cristales son opacos… todo está muy bien pensado. Ese tipo de cosas el Gobierno las tendría que regular, y para entrar habría que pasar por un torno y dar el carnet de identidad». De hecho, Javier Cuevas hace la comparativa con otras adicciones que han tenido regulaciones y controles más efectivos y rigurosos por parte de la administración, como pueda ser el caso del alcohol o el tabaco. «Nadie te dice: si bebes un cubata o un litro de kalimotxo te damos dos de regalo, y aquí sí lo hacen: los operadores te dicen que si entras te dan cien euros de regalo y un bono de bienvenida». Por cierto, el problema también afecta a las propias empresas de juego; por ejemplo, a la Once. En estos momentos, hay un trabajador de la Once en una de las terapias. Bajas asumibles en su propio ejército: el rasca y gana hace estragos.

Jubilado hace poco, Javier Cuevas (66 años) parece una persona extremadamente vital. También es ludópata, porque, dice, esto es para toda la vida. Una pelea continua y una labor que lleva realizando desde exactamente el 24 de junio de 2000 –«¿cómo no me voy a acordar de ese día de San Juan si la lié parda?»– y que le ha dado muchas satisfacciones, aunque dice, con humor, «la única fábrica que queremos que cierre es esta y no hay manera, porque la producción ha aumentado de una manera tremenda». Por cierto, apunta que aunque la cuestión económica es sangrante –«los créditos fáciles son verdaderos usureros»–, una cosa es «el descontrol de impulsos y la generación de una adicción, pero luego están las consecuencias. Y la gente tiene costumbre de identificarlas con el dinero, pero no es solo así, porque se destrozan familias».

Plataformas y alerta social. Azpeitia, 15.000 habitantes, según datos del Eustat. Y uno de los primeros pueblos en movilizarse en julio del pasado año, a iniciativa de la plataforma Elkar-ekin, ante el anuncio de la apertura de una sala de juegos en el centro del pueblo. Una marea que espontáneamente ha surgido también por numerosos lugares de Euskal Herria: en Araba, con la paralización de otro establecimiento en Judamendi; en Nafarroa, donde son muy activas las plataformas.... Y unas protestas que, a su vez, se están produciendo en otros puntos del Estado. En Azpeitia, donde dos bares han decidido retirar sus máquinas tragaperras, hace pocas semanas se conocía la peor noticia posible. Lo cierto es que, como apuntaba la nota hecha pública por Elkar-ekin, «es habitual que en la fase de desesperación del juego patológico se creen ideas suicidas. Según los expertos, el 90% de las personas en esa fase tienen ideas suicidas y el índice de suicidio es superior en un 60% al de las personas que no sufren esa adicción».

Azpeitia y esta asociación, centrada en cuestiones sociales, fue precisamente el punto de arranque de la investigación de Igor Meltxor, director del periódico digital “El periodista canalla”. Especializado en cuestiones de corrupción, vio con sorpresa cómo desde esta localidad le pedían una charla sobre la adicción al juego... En lo que lleva de año va por las 81, impartidas en toda la geografía vasca y encargadas principalmente por jóvenes, aunque entre quienes se acercan hay todo tipo de edades e ideologías. «En aquella primera charla, una amama se me acercó y me dijo: ‘Todo lo que has contado lo he vivido con las drogas, ¿pero no crees hijo que te has pasado al compararlo con el juego?’. Recuerdo que, cuando llevaba 20 o 25 charlas, me dijeron: ‘Igual te has quedado corto’. Si hacemos caso a la historia de Euskal Herria, los censos nos dicen que en Araba, Gipuzkoa y Bizkaia había 10.000 heroinómanos y 1.400 en Nafarroa, 900 de ellos solo en Iruñea. En ese cómputo general salen entonces 14.000 personas... cuando ahora puede haber 10.000 ludópatas en un eskualde. Pero es que no sabemos las cifras, porque si a un heroinómano lo identificaríamos enseguida, ya que se degradan físicamente, en una charla puede haber 90 ludópatas y, de no ser que estés en su ámbito familiar o de amistad, tú no lo deduces».

¿Licor 43 Baskonia? Meltxor ultima un libro con la editorial Txalaparta, que saldrá a principios del año próximo, aunque para la Feria de Durango ha preparado un avance en forma de dossier titulado “Hagan juego”. Los datos que facilita ilustran una situación con variables diferentes a las que se dan en el Estado, donde la implantación de las salas de juego se ha centrado en los barrios más precarizados. «En Gasteiz, no solo están en Judimendi o Zaramaga, sino en toda la ciudad. En Bilbo, no es solo en Rekalde o Txurdinaga, es también en el centro. En Nafarroa sí que cambia, porque el problema está en los barrios más castigados por la heroína, como Arrotxapea». Nuestra “industria del juego” también tiene características propias, porque principalmente tres firmas se reparten el mercado: son Retabet y Kirolbet, procedentes del mundo de la pelota, y Codere, multinacional española con accionariado en manos de fondos de inversión. ¿Y qué manejan? 2.100 máquinas solo en la CAV, casi el máximo permitido por ley, con treinta casas de apuestas “puras” y salones que casi han llegado al límite permitido de 210. E Igor Meltxor lanza una pregunta: «Tú llevas a tu hijo a una tienda oficial de Osasuna, le compras una camiseta y se convierte en un estandarte publicitario. ¿La gente se extrañaría que, en vez de Kirolbet, llevase Licor 43 en la camiseta? ¿O Lucky Strike? ¿O que el Baskonia se llamase Licor 43 Baskonia o Bacardi Baskonia Basket? ¿Por qué eso es una burrada y la casa de apuestas no? Porque no se considera un problema, cuando sí es un problema de salud mental. Si en vez de decir que tenemos miles de ludópatas en la calle le dices a la gente que tenemos miles, sobre todo jóvenes, con un problema de salud mental igual se lo tomaba de otra manera. Porque hay gente con problemas de salud mental por la calle: eso es la ludopatía».