MIKEL INSAUSTI
CINE

«Tel Aviv on Fire»

El cierre de los cines por la pandemia conllevó el aplazamiento sine die del estreno de “Tel Aviv On Fire” (2018), tal como anunció su distribuidora Surtsey Films, que tenía previsto programarla en inicio para el pasado viernes 13 de marzo con el título en la versión doblada de “Todo pasa en Tel Aviv”. La película ya traía cierto retraso con respecto a su presentación en gran cantidad de festivales internacionales en los que resultó premiada, empezando por la Mostra de Venecia, donde participó en la sección Orizzonti, con premio de Mejor Actor para Kais Nashif. También obtuvo recompensas en Toronto, Seattle, Lieja, Haifa, Montpellier o Donibane Lohitzune. Las críticas también fueron excelentes, por ser una comedia que trata con un sentido del humor muy crítico el conflicto árabe-israelí desde su raíz histórica.

Y eso que es el tercer largometraje como director del cineasta palestino Sameh Zoabi, que antes había realizado las inéditas “Man Without a Cell Phone” (2010) y “Under the Same Sun” (2013). Su labor como guionista resulta más conocida, y seguramente en ella reside su punto fuerte en la creación autoral, ya que escribió para el internacionalmente afamado Hany Abu Assad su exitosa “The Idol” (2015). Por algo “Tel Aviv On Fire” es una película que utiliza la fórmula del cine dentro del cine para hablar del oficio del escritor cinematográfico y su capacidad de fabulación en cualquier realidad sociopolítica, incluso en medio de situaciones de excepción bajo las que la población confinada y atacada debe de ingeniárselas para sobrevivir y seguir con su día a día.

La vida diaria del protagónico Salam (Kais Nashif) se ve condicionada por el control militar que debe pasar para dirigirse desde Jerusalén, donde vive con su madre, a Ramallah, a fin de asistir al rodaje de una teleserie en la cual su tío Bassam (Nadim Sawalha) le ha buscado un puesto de trabajo como ayudante de producción. Da la casualidad que la mujer del oficial israelí al mando, un tal Assi (Yaniv Biton), no se pierde ningún capítulo de “Arde Tel Aviv”, que es como se llama el programa. Con este punto de partida, muy propio de una comedia costumbrista, se va desarrollando una historia en la que la ficción se confunde con la vida real.

Assi no deja de dar ideas argumentales a Salam, para que las vaya proponiendo en el set de rodaje, con tal de impresionar a su mujer, y poco a poco Salam asciende a guionista. El dilema surge debido a que la acción ficcional transcurre en los días previos a la Guerra de los Seis Días en 1967, y Assi se decanta tendenciosamente del lado del héroe de la función, el general israelí Yehuda (Yousef “Joe” Sweid), y el pobre Salam no sabe cómo equilibrar la balanza hacia la heroína y espía palestina Tala (Lubna Azabal).

Cuando consulta a un maestro de guiones, este le aconseja que piense en su pueblo, y que encuentre un final épico para la historia de amor entre teóricos enemigos. Ha de tener en cuenta que, por encima del romance, ambos personajes son leales a sus respectivas causas, así que todo se encamina a un desenlace inevitablemente trágico como el de la inmolación.

Dado que ni los palestinos ni los israelíes inventaron el cine, la solución intermedia parece hallarse en los grandes clásicos de Hollywood, que se imponen en su naturaleza universal e imperecedera.

Dicho recurso cinéfilo abre una puerta a sendos homenajes a títulos de culto como “Casablanca” (1942) o “El halcón maltés” (1941). Del clásico de Michael Curtiz toma la aureola romántica y ese espíritu de sacrificio que implica la elección entre la pasión amorosa y el deber. De la magistral adaptación que John Huston hizo de la novela de Dashiell Hammett entresaca los códigos del cine negro, según los cuales uno no debe traicionarse nunca a sí mismo, por más que se mueve en un entorno de deslealtades y corruptelas. Esperemos que pronto podamos disfrutar en los cines de esta singular comedia.