Miren Sáenz
IRUDITAN

Nunca es tarde

Una mujer hace ejercicio en el paseo marítimo de Goring, un barrio de Worthing en el condado West Sussex de la costa sur de Inglaterra. Zancada firme, cascos en la cabeza, resuena la música mientras avanza en soledad. Seguramente la protagonista de esta imagen va sintiendo esa incomparable sensación de libertad que producen las actividades al aire libre y se acrecienta corriendo junto al mar mientras la brisa ayuda a avanzar.

A la práctica del running se le atribuyen incontables beneficios, no solo mejora notablemente la salud y nuestro estado físico y mental, también adelgaza, tonifica los músculos y la piel, aumenta el deseo sexual, reduce el estrés, ayuda a dormir, a concentrarse, mejora la autoestima, levanta el ánimo… Lo saben bien las miles o millones de personas practicantes que reservan un rato diario para calzarse las zapatillas, tirar millas y liberar esas endorfinas que les ponen de buen humor.

El confinamiento ha privado de esa rutina a muchas de ellas, que durante casi dos meses soñaron con una escena parecida a la de la fotografía, pero también ha despertado el interés de los contrarios a la práctica deportiva que siempre criticaron y han terminado claudicando porque la vida sedentaria, más entre cuatro paredes, duele en rodillas y espalda. Primero empezaron con estiramientos, luego pilates y ahora imitan a la chica de la foto. Y es que correr nunca fue de cobardes.