Gurutze Anduaga
un malasio en busca de botellas varadas

Un mar de cristal

Desde cerca de hace quince años, un malasio de 74 años recorre las playas de su país sin descanso para recuperar las botellas varadas que deja el mar junto a la costa. Su colección, de miles de recipientes de cristal, constituye el que a todas luces es el museo más colorido levantado al borde del océano.

Esengku Mohamad Ali Mansor se puso a sí mismo como misión recoger las botellas que llegaban a las costas malasias procedentes del Mar de China. Durante todo este tiempo ha recolectado cerca de 9.000 botellas, que ahora expone en una casa de estilo tradicional convertida en museo. De todas las formas y de todos los tamaños, estas botellas procedentes de diferentes lugares del mundo las coloca alineadas sobre estanterías y sobre el suelo.

Incluso ha encontrado mensajes dentro de dos botellas. En una se podía ver la imagen de un corazón con letras chinas ya medio borradas y, en otra, un papel deshecho que no pudo descifrar su contenido debido a su mal estado. «Comencé a hacer esto para mantener el mar limpio», asegura este señor desde su casa de Penarik, donde ha instalado su museo.

«Quiero evitar que la gente se lastime con vidrios rotos y evitar que el mundo se llene de vidrios abandonados», afirma. Durante una patrulla reciente, este exsoldado de fe musulmana oró mientras se detenía para recoger una botella vacía con un tapón blanco. Lo limpió y posteriormente lo deslizó en su mochila.

Un museo de botellas. La obsesión de este anciano comenzó en el año 2005, cuando vio a varios niños explotar botellas con fuegos artificiales.

Preocupado de que los vidrios rotos pudieran causar lesiones, se ofreció a pagarles por cualquier botella que le trajeran. Y obtuvo quinientas. Luego comenzó él mismo a recolectar las botellas que iba encontrando en las playas. Fue a raíz de ello cuando su colección comenzó a crecer y decidió abrir un museo.

Este curioso lugar atrae un flujo constante de visitantes que a menudo se han enterado de su existencia a través de las redes sociales.

Durante la pandemia tuvo que tenerlo cerrado, pero este «recolector» se mantuvo ocupado pegando trozos de vidrio. Los ensambló en forma de botellas, en forma de “kintsugi”, un método tradicional japonés para reparar la porcelana o cerámica rota mediante laca mezclada con polvo.

Tengku Ali dice que quiere continuar su búsqueda mientras viva.«La gente piensa que estoy loco, pero no me importa», asegura mientras recalca que lo hace por amor a la tierra.