Abrazar el árbol

Abrazar el tronco del árbol, que ahora en otoño sin la distracción de las hojas luce desnudo, con colores y texturas variadas, y ser conscientes de las sensaciones que nos producen y sugieren es una experiencia positiva que ya ponían en práctica nuestros antepasados. En tiempos remotos, el árbol tuvo un culto vivo y era lo sagrado. Para los indo-europeos era el árbol de la vida, de la inmortalidad; un mundo en continua regeneración. El culto al árbol tenía rituales exactos: acariciar la corteza, abrazarlo, frotarse contra él, consultarle. Veneraban los árboles por ser los templos de la divinidad, inspirados por el silencio de los bosques sagrados.
En los textos antiguos y también modernos, la lista de escritores que dejan constancia de su relación con los árboles es muy extensa. Algunos dicen que han escrito sus obras a la sombra de algunos de ellos, en su “refugio escondido”. Se pueden entresacar textos eróticos o de amistad dirigidos al árbol: «Apoyarse en el árbol, rodearle con sus brazos» y de esta manera convertirlo en su confidente o en el amigo que no defrauda.
Actualmente en Japón han puesto en práctica el Sardinia York o silvoterapia, algo así como darse un baño de bosque. Se trata de una terapia preventiva y técnica de relajación: pasear por el bosque para ralentizar nuestra forma de vida actual y volver a conectar con la naturaleza. Los beneficios de los fitoncidas, moléculas volátiles que expulsan las hojas de los árboles sobre nuestro cuerpo y nuestros sentidos, son evidentes. También conocemos la acción terapéutica de los pinos sobre nuestro sistema respiratorio y del abeto japonés relajante contra el estrés.
Los que practican la silvoterapia penetran en el bosque y dejan que les envuelvan sus perfumes: musgo, humus, hongos... Sin un ruido, solo el crujir de las hojas aplastadas bajo nuestros pasos, el silencio ayuda a la desconexión. Entre pinos, hayas, robles... cada visitante escoge su árbol, los pies sobre las raíces, los brazos rodeando el tronco o apoyando su espalda contra él. Respira su aroma y asimila su energía. La respiración se ralentiza para acoplarse con la del árbol. Algunos seguidores de esta terapia se descalzan y se cubren los ojos para que nada les distraiga de su ejercicio sensorial al pasear por el bosque y, por supuesto, abrazar el árbol.

«La honestidad es lo que ha construido movimiento en este país»

Visita al universo del pueblo vasco-gitano, el gran desconocido

Un viaje pictórico por el hábitat de la cabra montés

«Hainbeste irudirekin begiak erauzi dizkigute»
