Iker Fidalgo
Crítico de arte
PANORAMIKA

Iluminar los márgenes

En el año 1985 el MOMA de Nueva York inauguró una muestra de arte contemporáneo en el que participaron 169 artistas. De aquellas firmas todas excepto trece, eran hombres. Frente al museo, un grupo de mujeres con la cara tapada con máscaras de simios se manifestó por aquella desigualdad en lo que supuso la primera acción del grupo conocido como “Guerrilla girls”. Un colectivo activista formado por mujeres que utilizaba nombres de artistas fallecidas para ocultar no solo su rostro, sino también su verdadera identidad. Su misión era hacer pública la discriminación femenina en el mundo del arte, así como toda la cadena de precariedad que esta situación propiciaba. En sus campañas, señalaban a las instituciones, al mercado y al sistema en general conformado por críticos, coleccionistas y galerías. Utilizaron estrategias comunicativas que les permitieron acceder al gran público y compartir así sus reflexiones en torno a esta situación.

Uno de los carteles más famosos es aquel que colocaron en el año 1989 frente al Museo Metropolitano de Nueva York. Sobre un fondo amarillo, una reproducción de la “Gran Odalisca” del pintor neoclásico Ingres ataviada con una máscara de gorila se preguntaba, “¿tienen las mujeres que estar desnudas para entrar en el Museo Metropolitano?”. En letras de menor tamaño el cartel contenía la siguiente afirmación: “Menos del 5% de los artistas en las secciones de Arte Moderno son mujeres, pero un 85% de los desnudos son femeninos”.

Las Guerrilla Girls acabaron siendo uno de los grupos referentes del activismo artístico feminista. Abrieron el camino para muchas de las reflexiones que hoy en día han sido transformadoras en el panorama cultural. Sin embargo, casi cuarenta años después la desigualdad que denunciaba el colectivo aún no ha sido revertida. Nuestro papel como público es el de asumir una mirada crítica y una responsabilidad sobre los contenidos que se nos brindan, pues todos los avances sociales requieren de cambios estructurales.

El Espacio Marzana de Bilbo nos presenta la figura de la pintora navarra Elena Goicoechea (Iruñea 1922-2013). Como tantas otras, estamos ante una artista que el tiempo ha ido sepultando para dejarla apartada a los márgenes de la historia del arte de nuestro territorio. La galería apuesta por un diseño expositivo a modo de aquellos gabinetes de curiosidades que recogían, sin catalogación ni orden aparente, reliquias y extraños objetos sobre las paredes. Una suerte de “horror vacui” en la que se acumulan piezas de diferentes tamaños y formatos, habitando la sala desde el techo hasta casi el suelo. Las temáticas nos acercan a una cotidianeidad propia de una mujer de su época y posición social que abandonó la práctica profesional de la pintura tras contraer matrimonio en los años cincuenta. Bodegones en interiores, espacios de intimidad y retratos de personas de su círculo próximo, conforman la colección. Cada una de las telas nos propone un fragmento de una narrativa expandida desde la que intentamos recrear una forma de vida y un legado que el Espacio Marzana recupera para que podamos leerlo desde la perspectiva que nos da el paso del tiempo.

El Museo de Bellas Artes de Bilbo pone en marcha una nueva entrega del programa “La Ruta del Arte, Artearen Ibilbidea”. Mediante una propuesta de presentación a través de paneles expositivos modulares, instalarán en el espacio público de 26 localidades vizcainas una colección de reproducciones representativas de los fondos de la pinacoteca. Desde mayo hasta noviembre y bajo el título “Mujeres en el museo”, el recorrido visitará Muskiz, Barakaldo, Portugalete, Sondika o Bermeo. La temática será abordada desde dos frentes. Por un lado la mujer como representación en piezas de Gaugin, Saura o Zuloaga y por otro, obras firmadas por mujeres como Itziar Okariz, Menchu Gal o Susana Talayero.