Xandra  Romero
Nutricionista
OSASUNA

Bótox intragástrico: la última locura para adelgazar

Puede parecer y puede ser cierto que muchas veces traemos a esta sección el monotema sobre la pérdida de peso, y puede que alguien se pregunte por qué. El tema de hoy puede servirnos de respuesta: administrar bótox en la cavidad estomacal, la intervención para adelgazar detrás del último brote de botulismo en Turquía. Esta es la (nada sorprendente) noticia que recogían los medios de comunicación hace unos días.

Y es que, mientras siga existiendo una buena parte de la sociedad que ponga en riesgo su salud global por perder unos kilos, significa que necesitamos leer más sobre el enfoque de salud que tenemos en esta sociedad y, sobre todo, la necesidad de cambiar el paradigma del peso con urgencia.

Esta noticia saltó a la palestra porque la técnica ha causado al menos 14 casos de intoxicación grave por botulismo en Europa –cifras confirmadas a la hora de escribir estas líneas–. La intervención que ha desencadenado dicha intoxicación consiste en inyectar toxina botulínica (el famosos bótox) directamente dentro de la cavidad estomacal con el objetivo de conseguir rigidez en la mucosa, para que se contraiga, se vacíe más lentamente y todo esto cause un efecto de saciedad.

En realidad, esta técnica ya se probó hace años y se vio que los pacientes no conseguían perder peso de forma significativa, ni dicha pérdida se mantenía a largo plazo y, además, también se observaron efectos secundarios importantes, como por ejemplo un tema tan crucial como la dificultad de calcular la dosis de bótox necesaria, puesto que se desconocía lo que se absorbía a través de los muchos vasos sanguíneos presentes en la mucosa estomacal y, con ello, se corría el riesgo de que la toxina entrase directamente en el torrente sanguíneo.

Lo cierto es que, pese a existir varios estudios publicados sobre esta técnica, todos son muy pequeños en cuanto al número de muestra, y sus resultados son bastante contradictorios entre sí. Asimismo, presenta unos riesgos muy superiores a la utilización del bótox en otras intervenciones estéticas y, además, ni la comunidad científica ni médica la avalan.

Y es que, quien piense que esta nueva moda en defensa de la diversidad corporal no es necesaria, al igual que los constantes artículos sobre el tema, si alguien piensa que no existen la presión social por la delgadez, la exclusión y discriminación hacia los individuos con más peso, ¿cómo es que las personas, aún en el año 2023, siguen poniendo en riesgo su salud para evitar esta discriminación? Y no, no es por que puedan considerarlo una enfermedad, porque no he oído nunca que nadie diabético o hipertenso se someta a semejantes atrocidades solo por intentar dejar de serlo.

No he encontrado certezas al respecto, pero sospecho que este tipo de riesgos no los corren personas muy preocupadas por su aspecto estético, si no personas que, como bien concluyen sendos estudios, se encuentran expuestas a los efectos negativos del autoestigma sobre el peso, así como al miedo a ser estigmatizadas por otras.

Y es que la sociedad ha adoptado creencias negativas acerca de que las personas obesas son perezosas, irresponsables y carecen de autodisciplina, a pesar de que sabemos que los factores genéticos, socioeconómicos y ambientales juegan un papel en el desarrollo de la obesidad. Estas actitudes negativas hacia las personas obesas han favorecido un estigma negativo que conduce al prejuicio y la discriminación. De este modo, el estigma del peso es una preocupación creciente que ha aumentado en dos tercios en la última década. Pero, sin duda, lo más preocupante y que ha demostrado la ciencia, es que el estigma del peso conduce a consecuencias adversas para la salud física y psicológica de esta población.