Iñaki Zaratiegi
Veterinario en el Pirineo navarro

José Berrot, un rockero entre vacas

A los 16 años tocaba la armónica en el emblemático grupo leonés Los Flechazos y ha pasado por otras formaciones rockeras. Pero José Berrot quiso ser, sobre todo, veterinario de animales grandes en pleno monte. Tras un cuarto de siglo en los valles pirenaicos navarros, hace un amoroso análisis de su mundo ganadero. El fotógrafo Juxe Areta, amigo y también rockero, le ha retratado en plena labor.

La corriente mod (de modern o moderno) fue un capítulo particular del rock británico en los sesenta, que años después conoció un revival, y su eco llegó hasta lugares tan alejados de Carnaby Street como León. Grupos, discos, bares, publicaciones o las jornadas Purple Weekend convirtieron a la capital leonesa en una referencia popera.

En ese ambiente creció José Berrot Domínguez, quien con 16 años militó en los influyentes Flechazos y grabó su debut “Viviendo en la era pop”, de 1988. En la contraportada del LP se leía que se ocupaba de la salud del grupo porque estudiaba Veterinaria. Con los años fue pasando por Salamanders, los bizkaitarras La Secta o los navarros Little Suzzies, y sigue aún en activo con el grupo Buffalo.

«Empecé pronto con la guitarra. Me gustaba la música de los años sesenta y el revival. Era de los de vestir parka e ir al sastre a hacerme traje. Luego me abrí a un sonido más guitarrero, más años setenta. Estuve en La Secta con gente del ambiente musical de Getxo, y Buffalo, el grupo en el que estoy ahora, es también de ese estilo guitarrero».

Con Rafael Adot, dando instrucciones para una yegua raza burguete, en Jaurrieta. ARGAZKIAK: J.A. Areta Goñi, “Juxe”

A pie de cuadra. Licenciado como veterinario, trabajó en Cantabria y en 1999 llegó al Pirineo navarro de Zaraitzu-Salazar. Por el apellido Berrot puede parecer que buscaba sus raíces, pero su madre era del zamorano Benavente y José no se enteró de su posible origen gascón hasta asentarse en la zona.

«Me había cambiado el orden de los apellidos poniendo primero Berrot y un ganadero me informó de que la actual casa Matxe, de Aurizperri, había sido antes Berrot enea». Así que retornó quizás a la geografía de sus ancestros, donde se asentó con su pareja, que en 2007 dejó su Bilbo natal y es cartera del valle de Erronkari. «Otra valiente romántica», dice José. Tienen hija e hijo.

Regenta la iniciativa Servicio Veterinario Pirineo-Bortuetako Albaitaritza Zerbitzua en Ezkaroze. Recibe un cobro fijo por los animales que tiene cada ganadero y le llaman para atender partos o animales enfermos y accidentados. Y sigue ejerciendo como guitarrista en sus tiempos libres.

Sueños cumplidos. Tiene el ex Flechazos un sentir animalista y naturista que explica su pasión por el medio ganadero. «Me planteo que todos los animales son míos y los tengo que cuidar y curar. Puede parecer una ocurrencia, pero te hace plantear las cosas de otra manera».

Y ha conseguido cumplir sus deseos. «Existe ese sueño de crío de qué quiero ser de mayor y yo quería ser esto. Mi ilusión fue siempre vivir en la montaña y ejercer la veterinaria con grandes animales. Me gustan el monte y los animales y me gusta que las ganaderías de esta zona sean granjas pequeñas-medianas en régimen extensivo. Unas explotaciones sostenibles, beneficiosas para el ecosistema y que aprovechan la alta calidad de la zona con animales que mejoran los pastos y los recursos naturales de montaña».

Por la Nafarroa norte que se asoma hacia Ipar Euskal Herria y hacia Aragón conviven sobre todo razas tradicionales de animales domésticos como las vacas autóctonas del Pirineo navarro, yeguas y potros raza burguete y jaka navarra, o las ovejas rasa navarra y latxa.

El veterinario Berrot explorando un ternero de raza blonda de Aquitania en Abaurregaina, después de haber inseminado a una vaca.

«Es una zona de vaca de carne. El animal pare y cría al ternero, que se desteta con unos cinco meses y pasa a engordar. Las crías son como bebés: cogen diarreas, hay que ponerles el gotero… La mayoría se engorda en explotaciones de aquí y se llevan a sacrificar para carne. Llevan una vida privilegiada: preñarse una vez al año, parir y criar su ternero. Nosotros hacemos que todo eso fluya».

Bienestar animal. José defiende la crianza natural de los ganados que cuida y sana. «Viven en un bienestar animal inmejorable. Pastan en libertad en los puertos durante cinco o seis meses y, cuando llega el rigor invernal, se recogen en las cuadras de los pueblos. Hay casas donde las vacas son casi como animales domésticos, como un perro o un gato. En Aezkoa todavía hay vacas atadas en la cuadra de la bajera de casa, con calefacción de suelo radiante natural. A mí me llaman para absolutamente todo y es guay».

¿Y las vacas y ovejas del macro negocio lechero? «Ni en Salazar ni en Roncal hay vaca lechera. Hay alguna hacia Aezkoa y en Auritz-Burguete, pero yo no llevo ganado de leche, solo las tres razas de aquí: pirenaicas, blonda de Aquitania y parda de montaña».

Respecto a las ovejas, Berrot informa de que «el ovino es también de carne. El queso de Roncal fue la primera denominación de origen que hubo en el Estado, pero hoy no hay rebaños. El producto se fabrica en queserías de aquí, pero la leche viene de fuera. Lo he visto desaparecer: cuando llegué tenía rebaños de oveja latxa, pero ahora quedan más en Salazar. En Roncal el sector primario está decaído y es una tragedia porque los recursos son inmensos, tiene un extenso monte que se queda sin comer porque no hay ganadería y, si hay un incendio, sería un desastre. En Salazar no hay mucha alegría porque existe poco relevo, pero se mantiene mejor. Y en Aezkoa hay mucha vaca y yegua».

En Itzalle, Zaraitzu, Berrot con Gonzalo Palacios y su hija Ainhoa, preparando suero para un ternero con diarrea.

La trashumancia ha sido una práctica histórica de la zona, como lo fue la de las almadías que transportaban la madera río abajo hasta el Ebro. Hoy quedan pocos trashumantes y Froilán, de Urzainki y con 93 años, sería el último que ha estado pasando cada año unos ocho meses en Bardea, como ilustró 7K el 24 de marzo de 2019.

Era una práctica que llenaba las cañadas y que ha remitido, aunque cuenta aún con algún joven en Jaurrieta. Como informó GARA hace unas semanas, también hay algún brote joven al otro lado del Pirineo: Marina Hirigoyen, de Sara, que a sus 23 años releva a su aita en la trashumancia anual de sus quinientas ovejas al monte Larhun.

Tierra de contrastes. Unos 80 kilómetros separan Zaraitzu de Caparroso. Del verde pre Pirineo al llano ribero hay mundos diferenciados de paisaje, fauna y flora. Desde hace unos años ese contraste parece abismal en el mundo ganadero.

Mientras Berrot defiende el tradicional sector familiar y equilibrado, la cooperativa Valle de Odieta regenta en Caparroso la mayor granja de la península ibérica, con el objetivo de 7.000 vacas de ordeño para este 2023.

José Berrot y Asier Iabar, reduciendo una fractura de metacarpo de un potro jako navarro de dos días de edad, bien vigilados por su madre, en Burgi, Erronkari.

La empresa mantiene un fuerte pulso con organismos ecologistas y partidos de izquierda por su plan en Noviercas, Soria, con un centro de 23.520 vacas, que sería el mayor de Europa y uno de las cinco mayores del mundo.

José compara ambos modelos. «Uno causa un gran perjuicio medioambiental y el otro un gran beneficio porque limpia los montes en un momento muy crítico con 40-42 grados de calor que tuvimos el año pasado. Y allí se propone una explotación brutal de los animales que aquí no se da. No me gustaría trabajar de veterinario en ese tipo de explotaciones porque quiero estar en relación con una ganadería que vive bien y desarrolla sus instintos. Una vaca de monte no tiene nada que ver con una tabulada. No tengo ese concepto de producir a cualquier precio».

Desarraigo. Con el debate sobre las macro granjas sobre la mesa, en Nafarroa se está tramitando una ley que limite el número de cabezas por explotación y parece urgente que se encare a fondo la problemática del sector. Porque para Berrot «este tipo de explotaciones ganaderas más tradicional no tiene prácticamente relevo generacional. Se mantiene el número de animales porque los ganaderos jóvenes que se quedan o se instalan están obligados a tener más ganado para poder vivir y así se lo dicta la administración. Pero se van cerrando y abandonando explotaciones y casi nadie decide instalarse».

Preparando la dosis de semen en el catéter, para inseminar a una vaca, en Otsagabia.

Y amplía el foco geográfico: «Es que España entera se está convirtiendo en la pocilga de Europa. Va a ser el primer productor de cerdos, lo más intensivo e integrado, con granjas de cuatro o cinco mil cerdas y los purines contaminando a mansalva».

Como en tantos otros aspectos de nuestra existencia “moderna”, parece que hemos perdido la brújula. Para el veterinario, «el gran problema está en el tipo de sociedad en la que nos hemos convertido y en el desarraigo de la mayoría de la población respecto al campo y a la cultura de la tierra que nos unía a ella. Desaparece al acabarse la gente que vive directamente del campo, junto con la falta de valores respecto al esfuerzo, dedicación y vocación. La ganadería extensiva, como profesión vocacional y sacrificada, está en extinción y con pocas vistas de recuperación».

Futuro diferenciado. El reto del sector, ¿pasaría por librarse de la lógica de la economía de escala, con la obligación de endeudarse una y otra vez para seguir compitiendo, y no tener que cerrar granjas? ¿Plantear alternativas como la producción ecológica? ¿Y si el futuro asomara más vegetariano y hasta vegano, qué iría pasando con la cría de animales?

Opina José que «la gente que siga comiendo carne va a querer comerla buena, y en este tipo de lugares hay que ir a esa diferenciación. Lo estamos haciendo con los bueyes. Aquí hay un jubilado con veinte vacas e hicimos un buey de unos cinco años. Buscó en Google sidrerías de Navarra y la primera que contactó le montó una degustación con gente hasta de Madrid. Es que era un buey que había vivido esos cinco años al ritmo de las vacas: el verano en el puerto de Belagua, en invierno al corral y el último medio año engordado con habas, pienso... ».

José Berrot, intentando que la vaca pose hacia la izquierda, en Ezkaroze.

El animal tenía incluso dossier individual. «Había fotos del proceso de desarrollo en pleno monte e información hasta de haber sido castrado en condiciones de bienestar animal. En la degustación hicieron media docena de preparaciones diferentes de la carne y el hombre volvió emocionado. Imagínate, por ejemplo, que con toda la carne centroeuropea que sirven las sidrerías, ofreces esta maravilla de aquí, con información de su trazabilidad vital. Hay gente muy entendida en carne y lo va a apreciar. Es un futuro inmediato hacia donde puede dirigirse el ganadero un poco espabilado y emprendedor».

-¿Vaca kilómetro cero?

-Exactamente. Nada menos que del Pirineo. ¿Dónde vas a encontrar algo así? Un producto natural, controlado, de calidad, selecto y saludable.

-Y atendido por un veterinario mod que ha cumplido su sueño montañés y ha reencontrado aquí sus orígenes genéticos.

-Ja, ja, ja… Se llenaría la sidrería de seguidores de los Who.

El veterinario Guillem Casacuberta, reanimando un ternero nada más nacer, en Jaurrieta.

Los últimos románticos. Mientras el mundo debate sobre la revisión del sistema alimentario y ganadero, la pervivencia social de la vieja ganadería se agota y corre peligro la propia profesión que con tanta pasión ejercita José. «Mi sueño y el de la gran mayoría de mis compañeras y compañeros era ejercer la veterinaria rural, aunque supieras que no ibas a tener horarios, que pasarías noches atendiendo partos, que acumularías kilómetros de coche… Hoy, el 90% de quienes se licencian quiere trabajar en la administración o en clínicas de animales pequeños».

¿Lo rural deja de ser romántico cuando lo trabajas de cerca? «A la gente no le gusta tener que estar disponible a cualquier hora, pero te puede tocar una noche invernal, con una vaca que no puede parir, pasas miserias intentándolo, sacas el ternero vivo y estás chirriado de mierda y helado de frío, pero te vas a casa sintiéndote el más grande del mundo. Estar a pie de cuadra es lo bonito de lo veterinario, más que lo clínico, y el ganadero valora que te impliques».

Pero el sector está en mínimos. «Como los ganaderos, la figura del veterinario rural, como profesión vocacional y sacrificada, está en extinción. Es difícil encontrar veterinarios que quieran dedicarse a esta rama. Tras mis 24 años de experiencia, veo que el futuro del medio rural no es alentador para los que hemos optado por este modo de vida. Vamos quedando cuatro románticos. La esperanza son veterinarios como Guillem Casacuberta y Pablo Morales, que trabajan conmigo; dos jóvenes con vocación, esperemos que les dure».

Con el vaquero Pedro José Barber Gembero “Laiana”, y sus terneros de raza Pirenaica, en Ezkaroze.

Cambio de chip. El errenteriarra José Ángel Areta Goñi, “Juxe”, acumula casi treinta años como fotógrafo independiente, con cientos de imágenes en diferentes publicaciones, portadas e interiores de discos o exhibidas en más de 50 exposiciones.

Son sobre todo instantáneas rockeras de conciertos, en blanco y negro, y también ruinas urbanas, paisajes industriales y alguna salida al extranjero. En los últimos años se ha centrado en realizar retratos de estudio y en octubre de 2019 inauguró con ellos la muestra “Zu barik eztau”, de la que dieron cuenta las páginas de este suplemento.

Conoció a Berrot en el ambiente rockero de León y acabó elaborando la imagen de la reedición del segundo disco de su grupo Buffalo, en 2020, con unas tomas en el reseco río Mataviejas, desfiladero de Ura, en el burgalés valle del Arlanza, que remedaban la novela “La banda de la tenaza”, de Edward Abbey, que ilustró Robert Crumb.

Juxe organizó un concierto de Buffalo en su pueblo, Errenteria, y en aquel encuentro José Berrot le contó su estancia en el Pirineo navarro. Un lugar que Juxe frecuentaba yendo al Irati otoñal o a la borda del grupo montañero Urdaburu entre Zuriza y Ansó. La visita a Ezkaroze fue inmediata y los encuentros se multiplicaron compartiendo en la furgoneta los instrumentos de trabajo de ambos: cacharrería veterinaria y fotográfica.

Atendiendo un parto a una novilla primeriza de raza pirenaica, en Ezkaroze, Zaraitzu.

El fotero había tenido hasta entonces varios campos de acción. Su curro rockero nocturno bajo los escenarios. Las sesiones de estudio preparando la iluminación, los posados y atendiendo el nerviosismo de los retratados. O el encierro en su búnker, con la luz roja, el olor de los químicos y algunos vinilos sonando a todo volumen. Y ahora se abría al mundo natural, pausado, luminoso y poco ruidoso de la montaña.

El primer día acompañó a Berrot en su labor de podología bovina y uno de aquellos retratos al veterinario está entre los preferidos de su catálogo. «Empecé a conocer ganaderos y a hacer otro tipo de foto, reportaje social puro y duro. Era como cambiar el chip, me encantó y he seguido subiendo hacia aquellos valles una docena de veces. Mezclo diferentes formas de fotografiar, retrato con cámara analógica de formato medio con película; y el color en digital. El cambio de luz, los rostros y la personalidad de la gente… es otra forma de trabajar. Y, además, retratando a uno de mis mejores amigos. Todo es diferente, más relajante y menos trabajoso. Desconecto bastante de lo urbano».

Dúo dinámico. Se supone que los ganaderos no serán tanto de posar como los rockeros. «Al principio tenían respeto y había cierta distancia. Pero pedía permiso para fotografiar, hablábamos, explicaba lo que quería sacar… y la gente de los pueblos acabó encantada de que retratara su mundo y lo diera a conocer».

Berrot ratifica que de entrada había prevención y «flipaban con que a un fotógrafo urbanita le gustaran las vacas. Pero con tanta visita ya le conocen y puede haber uno que indique que le saques con el sol dando de este lado, otro en tal postura, que en la foto se vea esta vaca... Y a Juxe le gusta un montón ese ambiente, se mete de lleno. Al sacar la placenta en algún parto urgente le ha tocado mancharse de barro, caca y sangre».

Yegua y potro en Abaurregaina- Aezkoa.

«Gajes del directo», comenta el fotógrafo, que, tras exponer tantas veces su cámara a que acabara pringada de birra o kalimotxo, se veía salpicado de naturaleza al desnudo.

Toca ahora ordenar el material fotografiado y preparar una magna exposición para la gente del valle, y que pueda verse después por el mundo. Será el resultado creativo, primero de una amistad y después de un interés por mostrar y defender unos modos ganaderos que peligran.

Nacidos ambos como José, con un año de diferencia y en el mismo mes de marzo, son Aries y surge el chiste fácil sobre su querencia por los animales con cuernos.

-Parecéis el dúo dinámico del Piri navarro.

-Pues nos preguntan si somos hermanos. Nos deben ver algún parecido por las pintas, los pelos....

-¿Se os ha posado algún pájaro sobre esas pelambreras de viejos rockeros?

-Tenemos visitas menos románticas como las caparras que hay que quitarse de vez en cuando.