Oscar Espinosa
REPORTAJE FOTOGRÁFICO

Tinta y devoción en la piel de los cristianos filipinos

(Oscar Espinosa)

Aunque en la actualidad el tatuaje parece haber perdido su significado y función originales convirtiéndose en un objeto de consumo y en una moda, en Filipinas el tatuaje religioso adquiere un significado que va más allá de la simple decoración del cuerpo. La propia piel deja de ser un lienzo en blanco para pasar a ser una coraza marcada para siempre con símbolos que reflejan la fe cristiana de quien los posee.

La historia del tatuaje se remonta a miles de años atrás, donde para muchas culturas indígenas eran más que una simple decoración corporal. Acompañado de rituales, era considerado una práctica sagrada, simbolizando identidad tribal, estatus social o económico, valentía e incluso se creía que otorgaban poderes mágicos o actuaban como protección. No obstante, con la llegada a Filipinas de los misioneros y colonos en el siglo XVI, la práctica ritual del tatuaje va desapareciendo poco a poco, hasta convertirse en algo marginal.

Entre los que se animaron a posar para este reportaje hay un albañil,un pintor de brocha gorda, el propietario de una tienda de alimentación, un vigilante de seguridad, un ingeniero informático, el encargado de mantenimiento de un edificio, un boxeador profesional en la categoría de peso mosca, un expreso, otro que ha pasado por un centro de rehabilitación para superar su adicción a las drogas, un conductor de triciclo, un carnicero o un vendedor de pescado.    

Después de más de 500 años de la celebración de la primera misa documentada en el archipiélago, que aún no recibía el nombre de Filipinas, ordenada por los conquistadores españoles el domingo de Pascua de marzo de 1521, el país se ha convertido en el que tiene el mayor número de personas que profesan la religión católica en Asia y el tercero en el mundo, después de Brasil y México.

«Muchos ven con recelo a la gente con muchos tatuajes pero, cuando les enseño mis tatuajes religiosos, a la mayoría les gusta y lo respetan», asegura una de las personas que aparece en estas fotografías. Entre ellos hay también quien confiesa no ser practicante, aunque sí creyente, y a través del tatuaje dice «haber encontrado la manera de sentirse más cerca de Dios».