Redescubriendo la pasta en uno de sus templos
Una escapada relámpago a Roma permite al chef de 7K disfrutar de la pasta que tanto le gusta en uno de los lugares más apropiados para esto. En la ciudad eterna y en el resto de Italia, comer pasta en todas y cada una de sus variedades es cultural, algo más que una costumbre gastronómica.

Qué bonita es la ignorancia amigos, familia, cuando no se sabe que la ignorancia nos acompaña. Lo cierto es que recomiendo lo contrario, sentirse ignorante, aceptarlo y no por ello sentirse inferior. Todo lo contrario, la ignorancia y su aceptación son parte innegable para el desarrollo del conocimiento, dar lugar a la curiosidad y, con ello, seguir transitando la vida. Sí, familia, este domingo se presenta así, potente y reflexivo, tal y como he vuelto de mi última escapada gastronómica.
Mi conclusión al llegar a casa ha sido la de siempre, cuanto más conozco, visito y pruebo, menos sé y mayor es mi incultura. Porque, amigos, lo bonito de este mundo gastronómico, al que pertenezco profesional y personalmente, es su infinita y eterna dimensión. Nunca llegaré a conocer ni siquiera una pequeña parte de todo lo que se puede atribuir o relacionar a las cosas del comer. Y es precisamente esto lo que convierte esta profesión en la mejor del mundo (para mí por lo menos).
Amatriciana, Caccio e Peppe y Tonnarello podrían ser los herederos de la siguiente saga de las tortugas ninja, pero no lo son. Podrían ser lo que yo me estaba imaginando: una serie de dibujos animados en la que cuatro tortugas “chef” regentan un restaurante en el subsuelo y al que se accede por una alcantarilla. Todo así, como muy secreto y exclusivo… En mi mente creativa esto es solo una gran fábula, pero solo fruto de la imaginación. Sin embargo, para alguien de Madrid, donde algunos conceptos rozan lo extremo -de lo ridículo, sin poner ejemplos-, podría convertirse en una gran idea de negocio… Así está el patio, amigos. Con tal de llamar la atención y estimular todos los sentidos, nos estamos acercando peligrosamente al “todo vale”.
Se nos está olvidando que comer “casi siempre rico” es esencial para que la palabra casa de comidas o restaurante siga siendo lo que ha sido tal y como lo percibimos. ¡Ojo!, que, si se come bien y ocurren más cosas, no voy a ser yo quien se oponga a la reconstrucción de su ser. Lo que siempre va a ser esencial para que este, el mundillo eterno de las cosas del comer, siga vivo, es cuestionarse absolutamente todo. Porque todo cambia, todo avanza y, con ello, también nuestra cultura y nuestro propio conocimiento.
Yo, que soy un amante incondicional de la cocina italiana en todos sus formatos, me he pasado un par de días de ocio culinario puro por Roma y me he dado cuenta de lo equivocado que estaba. Me gusta la versión de la realidad de su cultura culinaria. Pero es que si esta versión que practicamos en casa, la de los macarrones con tomate y nos sale tan rica, imaginaos lo que supone probar un plato de Alfredo, quien lleva preparando tonnarelli a la amatriciana 60 años. Tonnarello es un tipo de pasta, algo más gruesa que los espagueti (que no he visto referenciados en ninguna parte) que conocemos y muchísimo más largo. Y la amatricciana es una salsa brutal que se elabora con tomate, panceta, pimienta y pecorino romano.
Abstenerse de comentarios cuñadistas los que hayáis visitado Roma antes que yo, ya que por haber visitado, igual que yo, Roma en dos días y haber comido pasta, no sois expertos en pasta. No generalicemos ni afirmemos por experiencias vividas tan solo una vez, que nos gusta fardar y dar lecciones. Y en la cocina es mejor escuchar para así seguir cuestionando todo y no dejar de aprender.
En cuanto al “cacio e pepe”, deciros que lo he probado también con tonnarelli y se elabora únicamente con queso pecorino romano, aceite de oliva y pimienta negra. Plato fino y rico, rico, rico, y fácil de hacer en casa. Tan solo tenéis que calentar un poco de aceite de oliva virgen extra en la sartén, añadir pimienta negra recién molida, rallar en la misma sartén (con el fuego al mínimo) una buena cantidad de pecorino romano e ir emulsionando la salsa con el agua de la cocción de la pasta, añadiendo agua poco a poco para que todo el conjunto ligue y se genere una salsa parecida a la nata. Seguido, cuando tenga la textura deseada, añadid la pasta, más pimienta y pecorino. Sencillo y brutal.
Han sido tres días de comer y cenar pasta. En cada sentada dos o tres platos distintos. Aunque no fuera el objetivo del viaje, la tentación de probar pasta continuamente ha convertido esta escapada en un mini testeo de pastas y salsas. Y no, no nos hemos cansado de repetir y tampoco hemos sufrido de ardores. De todos los platos de pasta que hemos probado, que no han sido pocos, me quedo con la amatriciana de Ditta Trinchetti (en el barrio de Trastevere) y la de Rione XVI bistrot (al lado del Vaticano). No sabría cuál de las dos elegir. Ambas increíblemente ricas y servidas en mesas de 30x30 (exagerando) y casi rozando los codos con los vecinos de mesa. Aunque suene incómodo, que así lo era, el encanto del lugar y la autenticidad se superponían. Yn sumado a lo rico que estaba todo, uno terminaba viéndole la gracia a terminar abrazando al vecino a la hora de ponerse la chaqueta para marcharse del restaurante.
Esta ha sido mi lección amigos, familia. Me he topado con muchos tipos de pasta que no conocía y no me he encontrado las que sí. He probado salsas que no había oído nunca. A lo mejor tampoco había profundizado lo suficiente, pero me da igual. No hay nada mejor que conocer de la existencia de algo a la vez que uno lo prueba. Sin prejuicios ni ideas preconcebidas, en un entorno donde estos platos son cultura. Y no solo el plato, sino la forma en la que se consume; lo poco que haya podido detectar de ritual en su consumo entre los autóctonos me ha dejado con ganas de volver a sentarme en cualquiera de las tascas de pasta que he visitado.
De este viaje me he vuelto con estos cuatro amigos, Amatriciana, Cacio e Pepe y Tonnarello, a quienes seguro volveré a visitar pronto. Ha sido tan brutal lo que me he encontrado aquí, con tan solo dos o tres tipos de platos, que me he vuelto a sentir ignorante. Así que tengo más claro que nunca que cada vez sé menos y que me gustan cada vez más los macarrones con tomate y bacon. ¡Perdón! Macarroni a la amatriciana.
On egin!
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