Cuando la visita a un restaurante defrauda
A todos nos ha pasado que la visita a un restaurante que nos han recomendado o del que se hablan maravillas no sea como la esperábamos. Puede ser que no tengan el día, que no sea para tanto... El chef de 7K, con una gran experiencia en visitar establecimientos gastronómicos, tampoco se libra y lo cuenta.

«Pues no me ha gustado, y punto». Decir esto, cuesta. Cuesta, y mucho. Cuántas veces nos habrán recomendado lugares, nos habrán confiado pequeños secretos en forma de restaurante o taberna y resulta que, de toda la expectativa generada, el resultado de la visita no es el esperado. Acudir a un restaurante es en muchos casos una “experiencia”, incluso esas veces que el propio restaurante no pretenda que lo sea. Pero la necesidad de vivir cualquier situación de forma intensa hace que magnifiquemos cosas sencillas, sacándolas totalmente de contexto y trasladando así una información que solo da pie a que se genere una expectativa que, al final, no se termina cumpliendo.
Amigos, familia, si el ostatu de vuestro pueblo no pretende más que dar rico de comer y punto, por más que venga alguien ultra motivado a comer o cenar y contarlo como si hubiera sido la experiencia de su vida, yo no soy nadie para juzgarlo, pero creo que no cambia nada. Matizo. Digo que contarlo a los cuatro vientos, sin siquiera contrastar, comparar o apenas haber visitado otros lugares, puede resultar contraproducente. Es como afirmar un dato estadístico sin tener apenas datos. Seguro que todos habéis descartado un lugar con buenas puntuaciones en Google o Tripadvisor porque tenía pocas reseñas y, por lo tanto, lo consideráis “no fiable”. Yo lo he hecho varias veces. Pero, luego, es ver un vídeo de un instagramer al que nadie conoce y acudir como borregos a cumplir con la recomendación de este o esta “gastrogurmet”.
¿Puede que se nos esté yendo un poquito la olla? Lo que veo es que la gente piensa que esta descubriendo América constantemente. Es como que alguien venga a contarte que se ha dado cuenta de que la rueda gira, la luz alumbra o la sal, sala. Creerse profeta el primer día de tu vida es peligroso… Y, ¡ojo!, que a esto se le suma el miedo que tenemos a errar en la elección cuando optamos por un restaurante para un día especial, por ejemplo. El daño que nos hace perder un día porque este restaurante no nos ha gustado, es duro de reconocer. Porque así es como lo sentimos. Decidimos dedicar nuestro tiempo, el de una ingesta, a la visita de un establecimiento regentado por personas a las que también les pueden pasar mil cosas que provoquen que el resultado de nuestra visita no sea el esperado. Todo tiene un límite, faltaría. Pero ese sentimiento de haber fallado en la elección, como decía, es duro de reconocer. La gente espera que nuestra vida sea perfecta, más aún si somos activos en redes y, por lo tanto, ese “error” o experiencia negativa se puede ver como un fracaso. Este miedo a sentirnos juzgados y el no saber afrontar este tipo de situaciones, son una patata caliente enorme a la que algún día tendremos que enfrentarnos como clientes. Todos hemos recibido recomendaciones forzadas basadas en visitas con las que se había generado expectativa.
No deberíamos avergonzarnos por compartir nuestro parecer post visita a cualquier restaurante o taberna, al mismo establecimiento o entre nuestra gente más cercana. Es más, como hostelero, agradezco enormemente cuando alguien me traslada, mirándome a los ojos, cualquier opinión sincera. Hacerlo así, en corto, cara a cara y en el momento, implica buena fe y ganas de ayudar. Otra cosa es cómo trasladamos o compartimos nuestra opinión a un círculo cercano de no tanta confianza. Últimamente percibo falta de cierto respeto en la elección de las palabras y en las formas, sobre todo, entre los y las que considero que tienen menor criterio. Una pena.
Pues, amigos, familia, tras esta pequeña reflexión-carta abierta al cliente del mañana, me toca confesar que mi última kutxipanda gastronómica no salió bien. Resulta que visité un establecimiento en Barcelona al que tenía tremendas ganas de ir. Acudí bien acompañado, de hecho, acudí con casi todo el equipo de Ama, con quienes había viajado a cocinar por aquella zona a un evento muy especial. Como no podía ser de otra manera, el hacer un porrón de kilómetros así para trabajar debía tener algún aliciente. Tres de las cinco personas que viajábamos coincidíamos en que aquel era probablemente uno de los restaurantes que más nos habían recomendado. Es más, uno de los restaurantes con los que cocinábamos en el evento por el que nos desplazamos hasta allí, acudió un día antes que nosotros y nos puso los dientes como espadas. Según ellos, la experiencia fue tremenda y brutal. Imaginadme a mí, nervioso en la cama del hotel, esperando a que amaneciera para empezar a contar hacia atrás las horas que faltaban para sentarnos a comer. ¡Llevaba años queriendo ir!
TRES DE DIEZ
No fui el único al que no convenció aquella comida. Ni las recomendaciones, ni los platos per se, ni las cantidades, ni el precio… De los diez platos que pedimos a compartir, me convencieron tres. Un pastel de calabaza, un apio-nabo asado y una perdiz despiezada que, aún estando rica, no pudo levantar los ánimos del grupo, ya desmotivado por lo comido hasta ese momento. La mezcla de un servicio informal y protocolario no facilitó que nos sintiéramos cómodos del todo. Me atrevo a decir que nos tomaron por “unos chavalillos que llegaron allí sin querer” y, por lo tanto, no le pusieron demasiada gana.
Esta vez no acerté, me hubiera encantado hablaros, igual que me contaron a mí, sobre las maravillas de este lugar. Pero no puedo. Tendréis que buscar, eso sí, para los más morbosos, de qué lugar se trata. Ya tenéis algunas pistas. Eso sí, también os digo que volveré para dar una segunda oportunidad a este lugar que tiene el respeto de todo el sector. Puede que no tuvieran el día, que hubiera pasado algo o, simplemente, fue mala suerte. Pero ese día no fue bueno y mi experiencia tampoco lo fue. Tampoco pude trasladar ningún tipo de opinión al equipo, porque directamente “pasaban” o no preguntaban. El cocinero y líder del proyecto no estaba por allí… Si hubiera trasladado mis pareceres a cualquier persona del equipo que hubiera visto preocupada porque estuviéramos a gusto, os diría de qué lugar se trata, pero no puedo. El día que vuelva, si lo disfruto, os desvelaré más información.
On egin!
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