«Sustancia negra», desquiciada novela de Julián Hernández
No es sencillo imaginar al batería original de Siniestro Total, y guitarra y voz desde hace más de veinticinco años, escribiendo un ensayo y una novela, pero Julián Hernández lo ha hecho porque más allá de sus habilidades como músico, también tiene dedos de literato.

Julián Hernández es una persona tan inquieta que su propia biografía se mueve entre líneas. Nace en Madrid en 1960, pero crece en Vigo. En 1981 es parte de Siniestro, rock descerebrado bien orientado y mejor parapetado. Días de punk. Desmadre y lucha contra la movida madrileña desde la periferia.
A sus 54 años Julián Hernández ha exprimido a la vida hasta dejarla como un folio, que ya de paso aprovecha para escribir letras, columnas en diversos medios de comunicación… y hasta libros. Músico, escritor, productor discográfico… y actor acaba de publicar “Sustancia negra”, su segundo libro y primera novela.
Su columna vertebral se llama Siniestro Total, un grupo con cerca de 35 años de actividad. Comienza tocando la batería, pero en el 88 se pasa a la voz, guitarra y composición, de algo le sirve haber estudiado la carrera de guitarra de joven.
Su sidecar es el grupo de música, sin duda, pero también ha sido parte de apuestas tan férreas o discrepantes como Def Con Dos o Transportes Hernández y Sanjurjo, además de otras experiencias de diferente calado y forma.
La literatura y la escritura también son parte del interlineado de su vida. En 1999 publica el ensayo “¿Hay vida inteligente en el rock and roll?” y colabora para diversos medios escritos (“Público”, “El País”, “El Mundo”, “GQ”, “Rolling Stone”, “20 Minutos”…) con artículos y columnas singulares.
La editorial Espasa le publica “Sustancia negra”, una novela delirante donde los protagonistas son un descarnado, malévolo y orático personaje llamado Insecto Palo y un vecino del inmueble retratado como B, al que secuestra aleatoriamente y tortura gota a gota en un acto de hidrotrepanación que le llevará a la muerte, pero no sin dejar por el camino cerca de 300 páginas desconchadas, frenéticas, insolentes, crueles… y amenas.
Páginas que dan a conocer, entre otros hechos que alterarán el equilibrio mundial: que Cristo no murió en la cruz, circunstancia ante la que la civilización occidental se desmorona estrepitosamente. No obstante, y antes de que el caos se apodere de la novela, si no lo logra desde la primera línea, los sucesos paralelos se suceden con premura e intensidad. No hay descanso, ni en la junta vecinal, ni en la cama cárcel de B, ni en las pilas de los deseos de donde desaparecen todas las monedas arrojadas por devotos y soñadores ni en el estrambótico juicio contra Insecto Palo ni en la última página de agradecimientos.
Intriga conocer cómo murió Cristo (preferible no describirlo). Intriga saber cómo fueron los últimos momentos de “B”, qué vida lleva Insecto Palo…, pero mejor que las páginas lo desvelen con la imaginación desmesurada de Hernández, su culto verbo y capacidad de descripción y enredo. La ría de Bilbo o un felpudo con el ongi etorri forman también parte de “Sustancia negra”, aunque sea de forma tangencial.
Argumento
Cundo B se recupera de los efectos del cloroformo, se descubre atado a una rara estructura, un artilugio que, a primera vista podría ser confundido con una cama de hospital inmovilizadora. Fuertes correas ajustan sus tobillos su cintura, su pecho, sus brazos, cabeza... Un extraño aparato deja caer una gota de agua destilada sobre un punto de su cabeza. Es el viejo suplicio de la gota de agua, una suerte de hidrotrepanación.
Mientras permanece inmovilizado e hidrotrepanado, B sigue, con su captor, las noticias sobre las apocalípticas consecuencias mundiales del descubrimiento de un Tizano olvidado en un sótano del Vaticano. Es una pintura en la que se muestra que la muerte de Cristo no fue como se había explicado.

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