«Tosca» con gran trío protagonista

La “Tosca” que estrenó el jueves la Quincena Musical –y que verá una nueva función esta tarde– es, sin mucho margen para la duda, la producción de ópera más redonda que ha presentado el festival donostiarra en los últimos años. Comenzando con una puesta en escena, firmada por un hombre de teatro como es Paco Azorín, que explica bien el melodrama a la vez que añade, sin reinventar en exceso el libreto original, algunos matices intrigantes, como el hecho de que el personaje de Tosca pudiera estar embarazada. ¿Qué aporta este matiz, cuando al final Tosca se suicida igualmente? Pues no lo sabemos. En la concepción de Azorín hubo otras ideas desconcertantes, como la presencia de presos torturados en el despacho de Scarpia en el segundo acto, o que en el tercero la heroína, tras matar al jefe de la policía romana por motivaciones que nada tienen que ver con lo político, se dirija a salvar a su amante no en furtiva soledad, sino custodiada por un grupo de conspiradores. Fueron aspectos que no clarificaron, sino que generaron mayor confunsión sobre las supuestas motivaciones ocultas de los personajes. Pero es de rigor reconocer que, en un ámbito general, la concepción oscura de la escena –incluso del primer acto, que transcurre en plena mañana– y una marcación de actores efectiva, terminó por sumergirnos en una atmósfera de sorda tensión perfecta para “Tosca”, y su trama principal –la única que ralmente importa– fue revelada con gran intensidad dramática.
Gran parte de ese éxito se debió a Ainhoa Arteta, que es una bestia escénica. Sobre el escenario la tolosarra alterna una de las mayores entregas actorales que yo haya visto entre cantantes de ópera, con otros momentos en los que parece estar posando para las cámaras. Pero entre esos dos extremos, no sé sabe bien cómo, Arteta logra que no podamos desviar la mirada de ella ni un solo segundo. Además cantó francamente bien un papel que para ella es todavía reciente –lo debutó el año pasado–, que en el registro grave aún le requiere esfuerzos pero que en los medios y agudos hizo brillar una voz que cada día que pasa parece que mejora un poco más. Entre su arrebato de celos del primer acto, expresado con un carácter arrollador, y un “Vissi d’arte” que fue quebradizo y emocionante, Arteta construyó una Tosca fuerte, compleja y carismática. Para lograrlo se apoyó en el Scarpia de Roberto Frontali, con quien Arteta compartió escenario hace unos meses en Sao Paulo y la conexión fue tan buena que quiso traérselo a estas funciones donostiarras. Frontali es un barítono magnífico en lo técnico que se mostró como un maestro en lo expresivo, transmitiendo mil matices sicológicos a través de la voz. Construyó un Scarpia algo estrafalario pero auténticamente pervertido, hasta el punto de dar algo de grima. El largo dúo del segundo acto entre Arteta y Frontali, la gran lucha de egos entre Tosca y Scarpia que es epicentro de la obra, fueron los mejores 45 minutos de ópera que se han escuchado en Donostia en la última década. Tampoco decepcionó Teodor Ilincai, joven protegido de Angela Georghiu, que tiene un instrumento descomunal. Debutaba como Cavaradossi y la construcción del personaje se notaba aún hilvanada, pero regaló frases y agudos de calidad sorprendente que auguran gran futuro a este tenor que aún no ha alcanzado la treintena.
En el foso la Orquesta de Euskadi rindió con un sonido pleno y vibrante, pero Gómez Martínez no siempre mostró la flexibilidad necesaria para hacer justicia al arte orquestal pucciniano, que subraya cada acción, cada palabra y cada pensamiento de los personajes.

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