Mikel INSAUSTI
CRÍTICA «Extinction»

El fin del mundo que nunca termina de llegar

Los sociólogos nos tendrán que explicar los motivos por los que se siguen haciendo películas apocalípticas y el público va a verlas, a pesar de que la práctica mayoría de propuestas del género son calcadas las unas de las otras. Desde el punto de vista cinematográfico no le encuentro justificación alguna, y desde el mero sentido común todavía menos. Se supone que este tercer largometraje de Miguel Ángel Vivas está basado en una novela de Juan de Dios Garduño titulada “Y pese a todo...”, pero trasladada a la pantalla parece una versión más del tan adaptado relato de Richard Matheson “Soy leyenda”, al que se le ha introducido una relación paternofilial en el eje argumental clavadita a la que el escritor Cormac McCarthy describió en “The Road”, libro llevado a la gran pantalla por el australiano John Hillcoat.

Tanto ver en el cine a supervivientes del fin del mundo, uno se va ya acostumbrando a ese tipo de existencia ociosa, cuando no hay otra cosa que hacer que esperar. Y la verdad es que no está tan mal, a juzgar por la tranquilidad de la cual disfrutan los protagonistas de “Extinction”, que disponen de su reserva de latas, de un generador de electricidad, y de ocasional caza animal en medio de la nieve. El padre y su niña no tienen problemas de conciliación laboral con la vida familiar, y pasan el rato en el dulce hogar, sin necesidad de salir de casa y sin echar de menos los atascos y las colas en los centros comerciales. El vecino es cazador, con lo que añade carne fresca a su dieta. Además, cuenta con una emisora de radio con la que se distrae buscando alguna señal.

Sí, puede que a su rutina le falte algo de emoción, pero para eso están los infectados, aunque a los pobres les cuesta decidirse a atacar, y casi se acaba la película antes de que puedan hacer acto de presencia. Debe de ser porque se han quedado ciegos y, aún siendo mucho más rápidos que los zombis, no atrapan una presa ni a un metro.