Siendo merecida y deportivamente aceptada la fama de fanfarrones con la que lidiamos quienes hemos nacido a cinco kilómetros a la redonda de Somera, no es de extrañar que se llame bilbainada a todo tipo de sucedidos o afirmaciones que se correspondan con la leyenda. Porque bilbaino se es de palabra y de obra. Así, es una bilbainada decir que vas a invitar a todos los mozos y mozas que se agolpan a las dos de la mañana en la barra de Kaskagorri, y es una bilbainada sacar la cartera e invitar a los de Kakagorri y a los del resto de txosnas de la parte trasera del Arriaga. Así somos y que no se diga.

Pero bilbainada es también un estilo musical que es tan típico de esta villa como la carolina, el bollo de mantequilla, los iturris, la celebre baldosa, el agua de Bilbao y el azul del mismo nombre. Probablemente no hay nada más txirene que una bilbainada cantada por Los Txiskis, Indarra, Los Cinco Bilbainos o cualquier otro grupo del estilo, siempre compuesto por señores de mi quinta, elegantemente trajeados y a ser posible con un pin del Athletic en la solapa.

Habrá desde la lejanía quien piense que eso son cosas del pasado, que las bilbainadas solo existen ya en los chistes de Vaya Semanita. Que errados están. Las bilbainadas, con sus ritmos de habanera y sus letras descosidas, siguen siendo un género exitoso que no puede faltar en la programación de Aste Nagusia, y no hay día en que en la Pérgola del parque de Doña Casilda no se reúnan unos cuantos cientos de groupies, generalmente un par de lustros mayores que los veteranos cantantes.

Qué quieren que les diga, en los tiempos del reggaeton, de Don Omar, Daddy Yankee y demás malhechores de la música, a servidor le emociona que siga habiendo un huequillo para esas canciones populares tan nuestras. Y es que es oír aquello de «Atxuri, Atxuri, Atxuri» y se me eriza el cabello. Quizá ha llegado la hora de reivindicar que bilbainada no es solo ganarle cuatro a cero al Barcelona.