Un ecuador marcado por las bajas
Dieciséis jugadores han tenido que abandonar el campeonato debido a lesiones, uno más que en todo el torneo del año 2011.

La Copa del Mundo de rugby ha superado ya el ecuador de la primera fase con la disputa de veinte de los cuarenta partidos programados. Entre numerosos aspectos positivos –espectáculo deportivo, asistencia a los estadios, un ambiente inmejorable y sin incidentes… – destaca en el platillo negativo de la balanza el alto número de lesiones que están enviando a casa a los jugadores antes de lo previsto, obligando a los técnicos a convocar a quienes se quedaron fuera de la lista original.
Son ya dieciséis las bajas, la última la del rumano Ovidiu Tonita –rotura de un dedo–, que disputaba su quinto Mundial. Por el camino se han quedado nombres importantes como el ala francés Yoann Huget, el tercera inglés Billy Vunipola, los australianos Palu y Skelton o el sudafricano Jean de Villiers.
La historia de este último es especialmente dolorosa, ya que entró en la convocatoria después de recuperarse de una grave lesión de rodilla sufrida en noviembre pasado. Este proceso fue recogido en un documental titulado “Road to recovery”.
De Villiers, capitán de los Springboks, no ha podido disputar en condiciones ninguno de los cuatro mundiales a los que ha sido convocado, y a sus 34 años dice adiós a la camiseta verde tras sufrir una rotura de mandíbula.
Capítulo aparte merece lo sucedido a Gales, que suma tres ausencias a las que ya sufrió en las semanas previas al arranque del torneo. En el duelo contra Inglaterra tuvo tres lesiones en cinco minutos, dos de ellas definitivas.
El número de bajas ya supera a las del Mundial de 2011 en Nueva Zelanda, y cabe preguntarse por los motivos. Obviamente, el rugby es un deporte de contacto, y en la élite masculina se enfrentan hombres de más de 1,90 metros de estatura y más de 100 kilos de peso.
Según la Federación Internacional –World Rugby–, desde la llegada del profesionalismo, en 1995, el tiempo de juego real se ha disparado, pasando de unos 20 minutos por partido a más de 35. El número de fases estáticas –golpes de castigo, saques de banda o melés– ha descendido, mientras que han aumentado los puntos de contacto como mauls y sobre todo los rucks, en los que jugadores que protegen el balón cuando su compañero es placado son barridos –en el argot es ‘limpiar el ruck’– por rivales que llegan en carrera.
«Estamos en un rugby en el que la dimensión física es primordial, todas las selecciones están bien preparadas, no solo la cuatro o cinco mejores», subraya el técnico francés, Phillippe Saint André.
Cierto. Las diferencias entre unas y otras pueden ser técnicas o de fondo físico, pero todas cuentan con potencia a raudales y no hay equipos blandos.
Además, en esta primera fase se juegan partidos con un tiempo de descanso de cuatro o cinco días. «No sé si no es un periodo demasiado corto», comenta Warren Gatland, seleccionador de Gales.
Ya se habla de analizar un cambio en las reglas para primar la evasión –esquivar rivales– a la percusión –chocar contra ellos–. «No podemos diseñar un deporte que hiera, que traumatice. Hace falta que sea practicable para todos», declaraba antes de iniciarse el torneo Bernard Lapasset, presidente de World Rugby.

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