Zarautz estrena su casillero tras un partido eléctrico
AMENAB. ZARAUTZ 32
ACADEMIA OCTAVIO 26
No había dejado de sonar todavía el pitido inicial y Amenabar Zarautz ya salía a la carga, como si no hubiera mañana –ni segundo tiempo–, dispuesto a correr a mil por hora hasta que se le acabaran las fuerzas, y Ander Torriko forzaba su primer penalti, que Iraeta estrellaba en el poste. Figueirido marcaba el primer gol gallego (0-1), y el Academia Octavio ya no volvería a estar por delante en el marcador.
Pese a sus limitaciones, el Zarautz tiene en la velocidad su mejor arma, no puede permitirse el lujo de ralentizar su juego para tratar de reservar fuerzas, y optó por exprimirse a tope desde el primer momento para tratar de obtener una ventaja que luego pudiera defender, cuando le fallaran las fuerzas o el rival reaccionase. Dicho y hecho.
El primer tiempo se jugó a una velocidad de vértigo, que acabó por marear a los visitantes. El zumaiarra Torriko era un torbellino imposible de parar en sus penetraciones (ocho goles antes del descanso, y otros cinco penaltis forzados de los siete del Zarautz a lo largo del partido), y además los locales no dejaban ni respirar a los gallegos ni siquiera cuando marcaban gol, castigando una y otra vez sus lentos cambios defensa-ataque (lentos para quien ve moverse a los zarauztarras a la velocidad de la luz, dicho sea de paso).
Julen de Carlos acompañaba en la portería con 9 paradas (casi un 50%), y el 18-10 que mostraba el marcador al descanso parecía encarrilar casi definitivamente el resultado. ¿O no?
El cansancio pareció caer a plomo sobre los titulares locales en la reanudación, Torriko se veía obligado a defender también para evitar cruzar toda la pista en los cambios, y a los siete minutos se le acababa la gasolina (21-13) y debía irse al banquillo.
Para entonces Agirrezabalaga ya le había metido un par de penaltis de rosca al veterano García, que se «picó» y comenzó a parar (13 en la segunda mitad), el Octavio reaccionó a la marcha de Torriko con una defensa individual sobre Iraeta (luego la ampliarían a Agirrezabalaga) y las cosas se empezaron a complicar.
Con 28-25 a seis minutos del final, y el corazón en un puño en la pista y en la grada, la exclusión de Figueirido proporcionaba el oxígeno necesario para sobrellevar los últimos minutos sin mayor agobio. Los dos primeros puntos de la temporada subían al casillero zarauztarra.

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