La suerte del tricampeón
Lewis Hamilton gana en Austin en una emocionante carrera y se lleva el título ante un impotente Vettel.

Lewis Hamilton tiene su cuerpo plagado de tatuajes. Pero el único que han vuelto a ver sus rivales es esa enorme cruz con alas de ángel, rayos de luz y letras góticas donde se lee «Still I Rise» (y todavía yo me levanto). Es el que lleva en la espalda. El britáse proclamó ayer tricampeón del mundo, el décimo piloto en conseguirlo, después de una de las mejores carreras del año, tanto que el propio Bernie Ecclestone la firmaría para cada prueba del campeonato.
La suerte parecía echada para el alemán Sebastian Vettel, el único que podía hacerle sombra a Hamilton, y así fue después de que a falta de diez vueltas, y con el líder casi sin opciones y pensando en Méjico, un nuevo safety car beneficiara al inglés y aprovechado el cambio de neumáticos se disparara hasta la bandera de cuadros, no sin antes vigilar por el retrovisor la pugna por la segunda plaza entre Rosberg y Vettel.
Emoción de principio a fin en Austin, en un circuito en la tierra de las oportunidades, en una prueba marcada por la lluvia, por los cambios de neumáticos, los numerosos abandonos, donde Nico Rosberg tuvo la ‘pole’ pero salió fatal, donde el australiano Ricciardo sobrepasó a Hamilton en la vuelta 16 y tuvo su momento de gloria, donde el holandés Max Verstappen se marcó un carrerón y acabó cuarto, Carlos Sainz sexto –«la última media hora ha sido divertidísima», confesó–, pero en la que los titulares se los llevó y llevará este inglés de 30 años que cuando era un novato allá en 2007 avisaba, «mi objetivo es superar a Michel Schumacher», el piloto más laureado de la historia con siete entorchados.
Nada hay imposible para el inglés. «Powerfull beyond measure» (poder sin límites), lleva escrito en su pecho sobre un tatuaje de una rosa de los vientos. El chico de Stevenage estaba llamado a representar en Fórmula Uno lo que el estadounidense Tiger Woods en el mundo del golf. Y no decepcionó. Ni siquiera cuando le tildaron de loco por dejar McLaren para triunfar en Mercedes. 2014 se convirtió en el primer año de la dictadura deportiva de Mercedes, que tomaba el testigo de Red Bull. Y por tanto, en la dictadura de Hamilton. Del ‘44’, su número.
El excéntrico Miembro del Imperio Británico cruzó la línea de meta y recibió los primeros aplusos de unos de sus jefes, un Niki Lauda, también con tres coronas. Es el mejor, su coche también. Está en el mejor momento de su vida, dijo tras la carrera. Suena a amenaza. Y no porque se vaya a volver a teñir el pelo. «Es como subir al Everest. ¿Qué más puedes hacer luego si no hay montañas más altas que esa?», lo comparó. No hay nadie más competitivo y dijo que es tan bueno como Ayrton Senna. Y encima tiene la suerte del campeón. O mejor, tricampeón.

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