Gris
El cara a cara batió en audiencias al debate anterior a cuatro. Hay truco: se sumó La 1. Y se sumó con más tendenciosidad que nunca. El decorado era del mismo azul que el institucional del PP. No tienen vergüenza. Es lo habitual, quizás forma parte del mismo concepto con el que Sánchez se dirigió al candidato Rajoy: “indecente”. Le salió al perdedor socialista su necesidad de ganar audiencia, de intentar remontar su caída libre, de ganar, aunque fuera de manera pírrica, alguna batalla al señor Rajoy. La corrupción fue la piedra lanzada. No utilizó todo el arsenal posible, quizás por precaución para que no le devolvieran alguna. Quiso buscar la vía rápida y directa y dicen que acabó dando un golpe bajo.
De lo que se habla desde entonces es del tono empleado. Del lenguaje. De los insultos entre ambos. Dicen que bajaron al barro. Son los ingenuos, porque han salido de la cloaca, han subido un poco a la superficie. No hay nada más por detrás, ni por debajo. Bajeza política. Dos boxeadores sonados con los guantes cargados de mierda. En un marco gris, voluntariamente buscado, neutro y un moderador, Manuel Campo Vidal, que parecía ido, absorto, tieso, como fuera de sitio. Daba paso a los temas y movía las manos. Nada más. O muy poco más. No recondujo nunca a nadie. Quizás sea su mejor actuación, no mover ni el bigote ante todo lo que sucedía allí mismo.
¿Hubo tongo? Atresmedia hizo una encuesta al final del debate sobre quién consideraban los telespectadores había sido el vencedor y resultó que ganó quienes contestaron que ninguno de ambos dos candidatos. Un dato curioso. Ya falta menos para saber si las audiencias televisivas tienen alguna influencia en la decisión final de los electores. De momento se ha descubierto que los debates políticos mercantilizados son productos que dan mucho dinero a las televisiones.

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