Alberto PRADILLA
MADRID
Elecciones en el Estado español

El tipo impasible que espera a los resultados con un puro

PERFIL [Mariano RAJOY]

Mariano Rajoy ha pasado por campaña flotando como un corcho entre aguas turbulentas. Vamos, siguiendo el estilo que le ha acompañado durante una vida política dedicada a «no dar sorpresas». En la misma línea, las encuestas vaticinan que el PP perderá medio centenar de diputados y, a pesar de todo, su líder sigue viéndose como único triunfador posible. Ese es el gran éxito «marianista», que confía en tirar de la abstención de Ciudadanos (o PSOE si todo se complica) para no cambiar.

Lo cierto es que el inquilino de la Moncloa es un superviviente nato. Cualquier jefe de Gobierno de cualquier país mínimamente civilizado habría dimitido en el momento en el que se conoció que enviaba mensajes de ánimo a Luis Bárcenas, su extesorero imputado por las causas de financiación ilegal del partido. Pero Rajoy, no. El gallego no se inmuta. Deja pasar el problema y confía en que se resolverá por sí solo. Es como si, en lugar de sangre, su cuerpo albergase esos «hilillos de plastilina» de los que habló cuando toneladas de crudo inundaban la costa tras el hundimiento del «Prestige» en 2002. Y, a pesar de la caricatura, hay que reconocer que si miramos a los resultados y no a la escenificación, al actual mandatario no le ha ido nada mal. Ha mantenido la paz en el partido desde que fue ungido por José María Aznar, resistiendo las acometidas de su antaño mentor y de Esperanza Aguirre. En cuatro años de mayoría absoluta ha logrado imponer la agenda de la derecha reduciendo el Congreso a un trámite. Y ni siquiera los escándalos le hicieron cambiar su política de dar las menores explicaciones.

En una campaña mediática, su gran victoria ha sido controlar los lugares donde aparecía. Es decir, ser consciente de que la dialéctica no es lo suyo. Que lo que tenía que hacer era «amarrar» a ese grueso de votantes mayores de 65 años que confían en Génova por oposición al resto y dejar que sus oponentes se masacrasen. Seguir al frente del Ejecutivo dependerá de las matemáticas y del comportamiento de Pedro Sánchez y Albert Rivera, oponentes pero también parte del establishment. Habrá que ver si hay abstenciones por «estabilidad» o se recurre a una «Operación Menina». Si termina liderando el Gobierno, siempre podrá sentarse a fumar un puro y, como Hannibal Smith, sentarse para celebrar que «los planes salgan bien».