Falta de previsión económica o de diagnóstico patológico
En apenas año y medio, el precio del petróleo ha descendido desde un techo de 115 dólares por barril hasta pasar por debajo de la barrera de los 30 dólares. En las últimas semanas se han ido acumulando tesis más o menos extensas y explicaciones más o menos pedagógicas en torno a esta evolución tan rápida como imprevista.
Me gustaría incidir sobre este último aspecto: la falta de previsión que parece haber rodeado a un acontecimiento de tal magnitud económica y social a escala planetaria. Resulta que después de décadas especulando sobre la fecha en la que se alcanzaría el pico de la extracción de combustibles fósiles (carbón, petróleo y gas natural) y dando por sentado que según transcurría la cuenta atrás los precios no dejarían de subir ante una demanda cada vez más insatisfecha, nos encontramos con un escenario radicalmente distinto. Y, desgraciadamente, no hemos llegado a él porque se haya alcanzado un ritmo imprevisto en el desarrollo de las fuentes renovables de energía.
Más abierta al debate es la tesis de que el crecimiento económico global se ha “desacelerado” sin que nadie lo quisiera prever, como si el mundo de los altos negocios se moviera en función de un optimismo patológico, impulsado por un grupo de sociópatas totalmente ajeno al impacto que la crisis tiene en gran parte de la población, no so&dcThree;lo entre los más desfavorecidos. Claro que, si asumimos esta tesis, las grandes discusiones sobre el equilibrio entre la oferta y la demanda pasarían a ser una bobada; sus consecuencias, no.

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