Aprovechando que la Berlinale no coge la velocidad de crucero, aparecen las fuerzas invasoras y reclaman lo que creen que es suyo. Entran en escena los Estados Unidos (no lo olvidemos, inventores de este festival en el 51, por aquello de darle visibilidad a su porción del pastel berlinés), reclamando nuestra atención con un irresistible tríptico. Por partes.

En pleno apogeo de la polémica #OscarsSoWhite apareció el mismísimo Spike Lee. Y que viva el material inflamable. “Chi-Raq” nos lleva a los barrios conflictivos de Chicago, donde se traslada el clásico griego de Lisístrata. Narrado por Samuel L. Jackson y a ritmo hip-hopero. Tan genial como suena. Y nos reencontramos con el mejor cine del autor, quien calibra a la perfección el tono del discurso para que la carga activista (rebosante de ese orgullo identitario inconfundible) no lastre una diversión que, por valentía y ferocidad, es altamente contagiosa y sí, necesaria.

Asimismo se muestra “Zero Days”, del prolífico documentalista Alex Gibney. En esta ocasión el objetivo apunta a Natans, central nuclear iraní asediada por constantes ciber-ataques de sospechosa procedencia. A partir de ahí, dos horas de testigos, material de archivo y sobre todo, de investigación de la buena. Gibney hace de la densidad de información un mar apasionante en el que zambullirse y en el que aprender del pasado, del presente y quién sabe si de lo que está por venir. En tiempos de virtualidad viral, buena falta hace esta clarividencia.

Y por último, Michael Moore. Agarrémonos. En “Where to Invade Next”, el orondo charlatán de Michigan se embarca en un tour europeo para ver qué costumbres del viejo continente pueden salvar a su amado país del desastre absoluto. La cosa en realidad es un freak show en el que el protagonista se siente como pez en el agua. Esto, definitivamente, no es un documental; es una comedia, divertidísima, por cierto. Tanto que hasta podría ser la secuela extraoficial de “Borat”. Así de descarado. Así de americano. Dios bendiga.