Anjel Ordoñez
Periodista
JO PUNTUA

Lunes de Pentecostés

Hoy es Lunes de Pentescotés. Semejante fausto tiene lugar cada año justo 50 días después de la resurrección de Cristo de entre los muertos. Aunque no lo parezca, es la tercera fiesta en orden de importancia para la Iglesia católica, después de la Pascua y la Navidad. Y ello se debe a que precisamente este lunes se festeja la aparición del Espíritu Santo y el comienzo de las actividades de la Iglesia. Viene a ser el santo cumpleaños del círculo católico, apostólico y romano.

Cuentan los evangelistas que tal día como hoy estaban los apóstoles reunidos con María, la madre de Cristo, para memorar la ascensión de Moisés al Monte Sinaí, cuando de pronto sintieron un viento recio y tiritero, y aparecieron lenguas de fuego sobre sus cabezas. No hay constancia gráfica del hecho, pero sí un cuadro muy bonito de El Greco, hecho por encargo, y por el que ingresó 63.000 reales, su récord.

En este día cobra especial relevancia la Secuencia de Pentecostés «Veni Sancte Spiritus», una oración dirigida al Espíritu Santo, al que se califica como «Consolator optime, dulcis hospes animae, dulce refrigerium» (es decir: consolador óptimo, dulce huésped del alma, delicioso refrigerio). Además, el salmo atribuye al Paráclito los siete sagrados dones: ciencia, consejo, sabiduría, entendimiento, piedad, fortaleza y temor. A este último no acabo de pillarle el oremus. ¿A quién puede temer el Consolador? En fin, sigamos.

Lo realmente importante del Espíritu Santo es que representa el símbolo de la unidad espiritual cristiana. Una unidad levantada con el armazón de la amenaza y la argamasa del miedo. ¿Por qué? Porque el único pecado que Dios no perdona es el que se comete contra el Espíritu Santo. Es el Pecado Eterno del que hablan Mateo, Marcos y Lucas, el que no prescribe, el que conlleva pena de fuego eterno. ¿Y cómo se ofende al Espíritu Santo? Pues negándose al arrepentimiento. Puedes violar, estuprar y torturar. Si te arrepientes, si vuelves al círculo, perdón de Dios. Pero si no, si insistes en la contumaz impenitencia, infierno perpetuo.

Pues eso. Que no y que no.