El norte y el sur de Irlanda se unen en torno al temor al Brexit
En Irlanda, norte y sur, el Brexit se sigue con preocupación porque el impacto sobrepasa lo económico y amenaza a la estabilidad política norirlandesa y al futuro del proceso de paz. Y es que el medio millón de votos en el norte de Irlanda son una gota de agua en una marea inglesa que al menos hasta la muerte de Cox amenazaba con arrastrar también a escoceses y galeses contra su voluntad.

En el norte de Irlanda, el DUP es el único partido que apoya la salida de la UE. Hace causa común con aliados indeseados, como el grupo disidente republicano Eirgi.
El también unionista UUP apoya la permanencia, como el nacionalista SDLP y, desde una posición más crítica, Sinn Féin.
La posible salida de la UE presenta peligros específicos para el norte de Irlanda. Desde un aspecto económico, los pronósticos apuntan a una renovada crisis en las finanzas norirlandesas debido a su dependencia de los presupuestos británicos y a que en su mayoría los negocios norirlandeses se establecen sobre la base de la cercanía con un país de la eurozona, en este caso la República de Irlanda.
Pero para los irlandeses, las consecuencias van más allá. La incertidumbre sobre qué ocurrirá en la frontera artificial entre el norte y el sur de Irlanda ha devuelto las imágenes de las barreras fronterizas y la reapertura de las aduanas que tan solo desparecieron con el Acuerdo de Viernes Santo. Tan es así que los que fueran los dos líderes británicos durante el proceso de paz, el conservador John Mayor y el laborista Tony Blair, viajaron a Derry para defender la permanencia en la UE, alertando de la reaparición de los controles aduaneros en la frontera.
El primer ministro irlandés, Enda Kenny, coincide en que el resultado del referéndum es la decisión más importante para Irlanda desde el acuerdo de 1998. Insistió en que la salida de la UE creará inestabilidad e incertidumbre, así como el retorno de los controles fronterizos. «Estamos a menos de 50 millas de la única frontera en tierra firme del Reino Unido. ¿Puede alguien sugerir con credibilidad que no va a cambiar nada si se convierte en la frontera occidental de la Unión Europea?».
Kenny recordó los problemas fronterizos en el pasado, e insistió en que «uno de los efectos más beneficiosos del proceso de paz y la adhesión a la UE ha sido su desaparición», para recordar que la decisión sobre la frontera no dependerá tan sólo de Londres, sino de los estados miembros de la Unión.
El que fuera jefe negociador del gobierno de Blair, Jonathan Powell, se refería específicamente a las posibles barreras que significará la salida de la UE para el norte de Irlanda, y criticaba específicamente la actitud de la campaña a favor del Brexit, apuntando que no solo volverán los controles aduaneros, sino que las más de doscientas rutas secundarias entre el norte y sur de Irlanda volverán a cerrarse, volviéndose a la situación de 1998. «Quizás no sea importante para el DUP, que está, por supuesto, a favor del Brexit, pero lo es para nacionalistas y republicanos. Reimponer la frontera amenaza las bases del Acuerdo», advierte Powell.
Powell recuerda que uno de los argumentos centrales del brexit es el deseo de cerrar las puertas a la inmigración, y que precisamente ese argumento contrasta con la afirmación de que no existirán barreras a la entrada de personas e individuos al norte de Irlanda, lo cual supondría dejar la puerta abierta a la inmigración ilegal a través de esa nueva frontera entre el Reino Unido y la UE. La solución de Villiers es crear controles migratorios en Escocia, Gales e Inglaterra para controlar a pasajeros llegados desde el norte de Irlanda. Una situación paradójica en la que el norte de Irlanda se vería con una frontera al este, separándoles virtualmente de Gran Bretaña.
La república irlandesa se debate entre la frustración y la incertidumbre ante el Brexit. Frustración, porque, aunque el impacto de la posible salida de Gran Bretaña de la UE tendrá importante repercusiones económicas y políticas en la isla, poco puede hacer, aparte de llamar a los residentes irlandeses en Gran Bretaña a votar por la permanencia. Incertidumbre, porque se sabe que el impacto económico será palpable (Gran Bretaña es el mayor importador de productos irlandeses).
Lo que sí es cierto es que la clase política irlandesa se ha volcado en las últimas semanas en la campaña, a pesar de las acusaciones de injerencia por parte de los defensores del Brexit. Oficialmente, la campaña de Dublín se dirige exclusivamente a la comunidad irlandesa en Gran Bretaña, pero claramente existe un deseo de dirigirse a las masas de votantes indecisos.
Irlanda, norte y sur, se juega mucho en este referéndum. Y no solo porque la salida de Gran Bretaña del mercado único significaría la reaparición de las barreras físicas y políticas entre la República y el norte de Irlanda destruyendo 20 años de esfuerzos y negociaciones. A ello se une el acceso a recursos energéticos por parte de Irlanda y el futuro de los miles de irlandeses que trabajan y residen en Gran Bretaña, aunque en las últimas semanas se ha incrementado la demanda de pasaportes irlandeses entre ciudadanos británicos con ascendencia irlandesa. En los primeros cinco meses del año, casi 2.000 ingleses, escoceses y galeses solicitaron el pasaporte irlandés, un 25% más que en el mismo periodo del 2015.
Irlanda se ve víctima de un referéndum que surgió de la ambición de David Cameron por el liderazgo conservador y que ahora podría costar la cabeza al premier británico, que decidió cancelar su aparición junto al primer ministro irlandés, Enda Kenny, en Manchester el 17 de junio ante el temor de que su presencia fuera más un revulsivo para la campaña de salida que para la de permanencia. Kenny apoyó a Cameron durante el proceso de renegociación de los términos de la adhesión británica de la UE el pasado año, y ahora lo hace durante la campaña por la permanencia.
Por si acaso, Kenny insiste en que Irlanda no abandonará la Unión. «Hemos ligado nuestro futuro al euro, la Eurozona y la Unión Europea», aseguró el primer ministro irlandés.
Por otra parte, poco puede hacer el gobierno irlandés para prepararse ante una posible salida de Gran Bretaña de la UE, principalmente porque lo que esta salida puede significar no está aún muy claro. Los partidarios del Brexit no han explicado cuál es su plan de futuro, dejando de lado los controles migratorios, y considerando que la negociación de los términos de una nueva relación entre Londres y Bruselas podría llevar años, poco se puede hacer desde el punto de la previsión.
Y es que las previsiones no son claras. Dependiendo del experto económico, la salida del Reino Unido de la UE es desde un desastre hasta una oportunidad para la economía irlandesa.
Algunos apuntan a que la dependencia de las exportaciones irlandesas del mercado británico podría marcar una nueva recesión económica en Irlanda. Otros aseguran que Irlanda podría beneficiarse de un incremento en las inversiones extranjeras, sobre todo de EEUU.

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