Muere Abbas Kiarostami, referencia internacional del cine
Palma de Oro del Festival de Cannes por «El sabor de las cerezas» y autor de joyas como «A través de los olivos» o «¿Dónde está la casa de mi amigo?», el iraní Abbas Kiarostami será recordado como un defensor del arte, de la libertad de expresión y del pueblo iraní.

El premiado director iraní Abbas Kiarostami fallecía este lunes en el Estado francés de un ataque al corazón. El realizador había pasado varios meses hospitalizado en Irán antes de desplazarse al país europeo debido a un agravamiento del cáncer del aparato digestivo que padecía.
Nacido en 1940 en Teherán, dirigió más de 40 películas y documentales y ganó la Palma de Oro de Cannes en 1997 con su película “El sabor de las cerezas”. Para poder seguir trabajando, Kiarostami tomó una decisión salomónica: residía en su país pero trabajaba en París, donde gozaba de la libertad que se le negaba en su tierra.
Pero antes de convertirse en una de las figuras más prestigiosas de la nueva ola del cine iraní, Kiarostami comenzó a aprender el oficio en la publicidad tras estudiar Bellas Artes.
Ejerció de ilustrador y guionista, rodó anuncios publicitarios, realizó dibujos para libros infantiles y comenzó a preparar su entrada en el cine con cortometrajes, hasta que en 1973 realizó su primer largo, “Tadjrebeh”.
Sería el primero de apenas una quincena de películas, además de una decena de documentales, suficientes para forjar un estilo propio, tan estético como profundo, con una gran atención a los detalles, a la luz, a la estética, tanto como a cada palabra pronunciada por sus personajes. Kiarostami fue siempre fiel a un estilo por el que se le reconoció internacionalmente –además de los premios de Cannes o Valladolid también ganó el Gran Premio Especial del Jurado de la Mostra de Venecia por “El viento nos llevará” (1999)–, un éxito que sin embargo no se reflejó en una mejor de su situación y la del resto de los cineastas en Irán.
Incluso prohibieron la exhibición de películas suyas como “Copia certificada” con la excusa de la vestimenta de la protagonista, la francesa Juliette Binoche, no era adecuada para la moral islámica que rige en la República Islámica.
Por eso, y desde su privilegiada posición en el panorama cinematográfico internacional, Kiarostami no desaprovechó ninguna oportunidad para denunciar la represión cultural en su país y defender a otros cineastas como el detenido Jafar Panahi.
Y aunque su amor por Irán siguió intacto, esa falta de libertad fue la razón por la que se instaló, laboralmente, en París, aunque en los últimos años había descubierto con interés cinematográfico el Extremo Oriente.

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