Víctor ESQUIROL
TEMPLOS CINÉFILOS

El día de los bestias

Hoy llegamos al Berlinale Palast y nos encontramos con un paisaje dantesco. Apocalíptico. El tejado lo ha tomado una panda de barbudos greñudos armados con escopetas. A la que alguien se acerca a la puerta, le insultan y le arrojan heces y botellas llenas de orina. En el balcón del segundo piso, un jovenzuelo ha decidido cortarse las piernas y bañar con su propia sangre a cualquier insensato que esté en su campo de visión.

Nos miramos los unos a los otros, le damos un último sorbo al termo de café y avanzamos. Tan tranquilos, porque esto ya estaba previsto. Hoy Álex de la Iglesia ha reclamado la Berlinale como territorio propio. Tanto desde la dirección como desde la producción. En la Sección Oficial fuera de competición, entramos en “El bar”, único punto de encuentro posible en ese país extraño que ya ha nombrado presidente (¡dos veces!) a Mariano Rajoy. La acción desquiciada de este nuevo “relato salvaje” se concentra básicamente entre la barra y la bodega de un tugurio madrileño, especie de parlamento popular donde hombre y mujer; rico y pobre; héroe y villano van a lidiar con amenazas tanto exteriores como interiores. Cosa rara en de la Iglesia y Guerricaechevarría: la historia va de menos o más. Aparte de esto, siguen tan cafres y bestias como siempre. Es parte del encanto... y del inconveniente. Es “el bar”, esa zona de confort en la que recuperar sensaciones a base de esa violencia (física, verbal, sicológica...) marca de la casa; esa incómoda sospecha de que el director bilbaino a lo mejor ya nos ha contado todo lo que nos tenía que contar.

Probemos pues con el talento joven, es decir, con Eduardo Casanova (25 años tiene la criatura), apadrinado por el omnipresente Álex de la Iglesia (ahora productor), y colando su primer largometraje ni más ni menos que en la sección Panorama de la Berlinale. Y sigue el desfile de monstruos. “Pieles” es la síntesis perfecta del cine que Casanova lleva tiempo pregonando desde el formato corto. Sin arcada no hay carcajada. Así de claro, sugerente y malinterpretable. El joven cineasta hace un ejercicio de “vidas cruzadas” y sigue de cerca a una serie de personajes marcados por sus aberrantes taras físicas. Lo bueno (o lo malo, dirán otros) es que las intenciones no quedan claras, más allá, claro está, de agitar la conciencia (y las tripas) del espectador. Todo de forma muy bestia. Pues bienvenido sea. A este cruce bastardo entre John Waters, Carlos Vermut, Todd Solondz y Paco León (imagínense) le queda mucho por andar, pero sin duda tiene madera, maneras y claro, piel de gran director. Seguiremos.

De vuelta a la Competición, más cine alemán... más depresión. Andres Veiel vuelve a las andadas con “Beuys”, documental dedicado al artista Joseph Beuys. Como exigía el sujeto de estudio, radical donde los haya, la película huye de las ataduras de la convencionalidad. A nivel formal, el director convence navegando y moldeando el material de archivo del que dispone. Lástima que a la hora de explicarse, se empeñe en la antipatía de lo inaccesible. Lástima que su caótico bombardeo de información provoque poco más que un cabreo bestia.