Victor ESQUIROL
TEMPLOS CINÉFILOS

Variaciones berlinesas

Siete y media de la mañana, suena el despertador, lo apagas y empieza, por enésima vez, el día de siempre. Aquel en que llegas con el piloto automático al Berlinale Palast, emulas a “The Human Centipede” para sacar entradas, bebes un café, ves cinco películas del tirón, bebes otro café, mandas otros tantos artículos, bebes algo que contenga alcohol, planificas el horario para la siguiente jornada, te tumbas en el sofá y te mueres... Hasta que a las siete y media de la mañana, suena el despertador, lo apagas y...

Cuando por fin regresas al Palast, te das cuenta de que alguien a roto la rutina. El prolífico maestro Hong Sang-soo honra al Festival de Berlín con su presencia. La excusa es presentar en la Sección Oficial a Competición su nueva película, “On the Beach at Night Alone”, enésima exquisitez sobre amores y desamores; sobre actrices y directores de cine (ejem); sobre noches de borrachera en bares que nunca cierran. Da la sensación de ser, en definitiva, la misma película que lleva haciendo durante veinte años, pero como él mismo nos ha enseñado, el genio está en los detalles. Un movimiento de cámara, un zoom, un salto narrativo que funda el sueño con el recuerdo... «Parece sencillo, pero si te pones a excavar, ves que es muy complejo». La frase está sacada del propio film, y viene a sintetizar a la perfección todo el cine de Hong Sang-soo, amo de lo naïf; señor de la parafernalia cinematográfica más sofisticada... Viajante eterno en un fascinante bucle de repeticiones y variaciones. Tan divertidas a primera vista como estimulantes en el post-visionado. Es la densidad hecha ligereza. Chapeau.

Como era de esperar, lo que vino después del plato principal, supo a poco, en el peor de los casos, a nada. Con el veterano Volker Schlöndorff, el cine alemán definitivamente toca fondo y completa así una participación nefasta en su propio certamen. “Return to Montauk” es un drama romántico de sobremesa, mal maquillado con una capa de prestigio que huele demasiado a rancio. Es como “Antes del atardecer”, solo que con respecto a Linklater, muchos peldaños por debajo en la escala evolutiva. Película vieja en el peor de los sentidos, con una banda sonora fastidiosamente invasiva y una filia desesperante por complicar lo sencillo a base de retórica cursi y cutre. El perfume de Connecticut como metáfora de ese gran romance; el tufo a kebab como símbolo de esa otra chica con la que consolarse. Ahí está el listón.

Normal que Teresa Villaverde lo haya rebasado con tanta facilidad, y eso que “Colo”, su nuevo trabajo, se queda a medio camino de todo. En la Portugal post-Troika, ese páramo, una familia deambula por la costa en melancólica huida de las responsabilidades que marcan su día a día. Desde pagar el recibo de la electricidad a enfrentarse a un embarazo en edad de instituto. Bellamente filmada aunque no tan bien concretada en los diversos frentes propuestos. Se impone esa extraña lógica típica del nuevo cine luso, no se sabe si por convicción o si por mera pose. Queda todo semi-definido, al gusto del consumidor... de los pocos que aguantan en la sala. Hong Sang-soo, manifiéstate.