Víctor ESQUIROL
PSICONAUTAS, LOS NIÑOS OLVIDADOS

Animación olvidada... y reivindicable

S i la vergüenza ajena por la que habitualmente nos hace pasar la Gala de los Goya tiene que servir para que, al menos, perlas como “Psiconautas, los niños olvidados” escapen del olvido al que los mecanismos de la industria exhibidora la habían (pre-)condenado, y consigan así llegar a las salas comerciales, entonces, es que este torpe y acomplejado intento de la Academia para acercarse a Hollywood, habrá servido de algo. Y no es poco.

La historia, contada a través de sus titulares, nos habla de una de las cintas de animación más sorprendentes (atípicas, seguro) que nos haya dado la cinematografía española a lo largo de los últimos años. Presentada en el prestigioso Festival de Annecy, una de las mecas de la animación a nivel mundial, ya allí empezó a cosechar elogios por parte del público y buenas críticas (algunas entusiastas) por parte de la prensa especializada. Feedback positivo que se vería correspondido en otros certámenes... pero que no sería suficiente para conseguirle una distribución decente en el circuito de exhibición tradicional. Hasta que cayó el –merecidísimo– Goya, y con él, la última pieza que faltaba.

Ahora a disfrutar, que ya nos toca, del primer largometraje hecho a cuatro manos por la siempre estimulante dupla compuesta por Pedro Rivero y Alberto Vázquez, la cual, para la ocasión, adapta el cómic homónimo creado por el segundo de ellos. La sinopsis ya es para echarse a temblar, pero para bien. En un mundo devastado por un proceso industrializador monstruoso, un grupo de niños con forma animal, alguno de ellos con super-poderes, luchará contra todo tipo de demonios... tanto externos como, sobre todo, interiores. La carta de presentación no engaña: por su oscuridad y crueldad (tanto en el tono como en la apabullante propuesta visual) este es, en efecto, un mundo ideal en el que perderse.