Pablo CABEZA
BILBO
Interview
MARCELO ESCRICH
CONTRABAJO DE SILENT TRIO

«El directo es una experiencia casi religiosa, con oficiantes y comulgantes»

Silen Trio es un grupo de jazz nacido en Iruñea e integrado por Marcelo Escrich al contrabajo, Alberto Arteta al saxo tenor y soprano y Luis Giménez a la guitarra. Nace en el Conservatorio de Nafarroa y presenta su álbum «Charlie Haden songbook» mañana en Tabakalera Kutxa Kultur de Donostia.

Con el saxo de Alberto Arteta creando un melódico y cálido ambiente, con la delicada guitarra de Luis Giménez y las redondas y profundas notas del contrabajo de Marcelo Escrich se inicia “Nice eyes”, composición de Charlie Haden, a quien el trío dedica la mayor parte de “Songbook”, y que se interpreta con el color transparente de Silent Trio. El resultado global es un disco ensoñador donde el jazz fluye cercano y atmosférico; íntimo (“First song” es un beso atemporal, como “Our spanish love song” es un abrazo) y próximo. “Charlie Haden Songbook” (Errabal) será en directo una experiencia sensual, con el jazz vertido con extrema delicadeza sobre la piel del oyente.

Este homenaje a Haden es muy libre por dentro, donde el trío se deja llevar por su propio impulso y afortunados arreglos. Buscar calcos es tiempo perdido; sentir el concepto, tiempo ganado.

Silent Trío nace en los pasillos del Conservatorio Superior de Nafarroa (CSMN). Los tres músicos son compañeros y con las respectivas aulas cercanas. La unión venía dada. «Creo que Haden aprobaría esta formación, dado que en las últimas épocas también solía tocar sin batería puesto que padecía unos acúfenos que lo atormentaban. De ahí también lo de llamarnos Silent Trío. Saxo y guitarra son instrumentos con los que Charlie convivió muy bien durante toda su carrera. Además de sus discos con el saxofonista Ornette Coleman, tocó con Dewey Redman, Jan Garbarek, Lee Konitz y en las últimas épocas con Ernie Watts. También con guitarristas como Bill Frisell y por supuesto Pat Metheny. Creo que esta formación nos da una versatilidad y una gama de colores musicales muy variada».

Marcelo Escrich nace en Punta Alta, Argentina, una pequeña ciudad al sur de la provincia de Buenos Aires.

En 1986 se instala en Gasteiz, donde vive una larga temporada. Desde 2002 trabaja en la Escuela Municipal de Música de Barañain y vinculado al Conservatorio Superior de Nafarroa desde ese mismo año.

Estudia en Argentina guitarra y contrabajo, luego con Aleksander Mikolajczyk, de la Orquesta Sinfónica de Euskadi, y más tarde en el Conservatorio Superior de Nafarroa.

Mañana el concierto se celebra en Tabakalera Kutxa Kultur de Donostia, 20.00 horas, y el 9 en la sala Zentral de Iruñea, 20.30.

¿Reconforta la enseñanza o el directo es la vida del jazz?

La enseñanza reconforta cuando hay aprendizaje. El mundo musical y el mundo académico a veces van en la misma dirección y otras en opuesta. Es la lucha diaria: aprender y borrar luego los residuos de ese aprendizaje. El directo es una experiencia casi religiosa, con oficiantes y comulgantes. A veces reconforta, pero eso no debería ser un objetivo, sino oficiar con honestidad.

Alberto Arteta es un músico navarro bien conocido entre nosotros, joven y de dilatada carrera. ¿Dónde situaríamos a Luis Giménez?

Es un excelente guitarrista, licenciado en Berklee (Boston) y un grandísimo profesor en el CSMN. También es un gran amigo y compañero, al igual que Alberto Arteta. Es un lujo trabajar con ambos, todo es fácil y asequible con ellos.

En el disco cuenta con la colaboración de Javier López, con quien tiene un disco a dúo, más Mikel Andueza y Terela Gradín, de impecable voz. ¿Cabe que puedan estar en directo?

Los tres son muy grandes y entendieron a la perfección lo que esperábamos de ellos. Cualquiera que escuche el disco notará como más que un grano de arena, aportan una duna cada uno. Imprescindibles. Los tres estarán con nosotros en el concierto del día 9 de marzo en Iruña. Con Javier estamos preparando lo que será nuestro segundo disco, continuación de “Pagoda” que tantas satisfacciones nos ha dado. También estamos dando forma a un nuevo proyecto con los txalapartaris Hutsun y el batería Daniel Lizarraga. Me gustaría agregar mi agradecimiento al sello Errabal por confiar no sólo en este proyecto sino en el de tantos compañeros, darnos apoyo, visibilidad y motivación para seguir trabajando.

El jazz se caracteriza por su libertad, ¿cómo se adapta a Haden?

Las composiciones de Haden fueron un punto de partida. Hubo una fase de escucha y selección, arreglos, ensayos, nuevos arreglos y, por fin, grabación. En los arreglos he querido adaptar los temas para el trío y a su vez homenajear al autor. En algunos temas suenan en lugar de las melodías los propios solos improvisados de Charlie, en otros conviven con la melodía. Dos canciones que se convierten en una, trozos de improvisaciones que se han hecho canción, etc. La idea no era regrabar las mismas canciones con otros intérpretes, sino darles la vuelta. Hurgar y rebuscar.

Incluyes tres composiciones propias. Salmos que dedica a Haden y al pianista y amigo Mauro Urriza, fallecido hace poco más de dos años y medio. ¿Suele tocarlos en directo?

He tenido la osadía de “colar” esos pequeños salmos entre las composiciones de Haden. Los tocamos en directo según las características de la sala y el público. Necesitamos que se den las condiciones para poder abordar sonoridades tan especiales, necesitamos la complicidad casi mística del respetable y un entorno también adecuado.

Escucharle tocar el contrabajo es absorbente, ¿pero cuál es la virtud que destacaría de usted?

Me da un poco de pudor hablar de mis supuestas virtudes musicales, mis compañeros dicen que soy generoso tocando. Lo que comparto con Charlie, salvando las enormes distancias, además del amor por el silencio, es que creo que ambos supimos rodearnos de buenos compañeros en todos los sentidos.

EL 9, tocan dentro de un festival de jazz. Parece que si no se coloca el cartel de «festival» es complejo «mover» el jazz.

El jazz tiene todo lo que a priori necesitaría un género musical para triunfar: una tradición muy profunda, una evolución constante, sonoridades muy variadas, destreza técnica de los intérpretes, un cancionero casi infinito. Cada concierto es diferente al anterior y al siguiente, tiene emoción, intelecto, relieve social, tal vez le falte algo de glamour. Por eso cuando hay palabras como “festival” que aportan algo de ese glamour, que sean bienvenidas.