Ingo NIEBEL
Colonia

EL PRIMER POLÍTICO DE LA RDA QUE REPRESENTÓ A LA ALEMANIA UNIDA

El 18 de marzo, el presidente saliente de la República Federal de Alemania, Joachim Gauck, entregará el bastón de mando a su sucesor, Frank-Walter Steinmeir. Antes, en su encuentro con los corresponsales de medios extranjeros en su sede oficial, el Palacio de Bellevue de Berlín, aprovechó el encuentro para mirar hacia atrás y hacia adelante.

Cuando el cuadrado estandarte tricolor con el águila federal ondea sobre el Palacio de Bellevue, los expertos en cuestiones de heráldica saben que esa señal indica que el presidente de la República Federal de Alemania se halla en Berlín. Así ocurrió también el último día de febrero. El jefe de Estado, Joachim Gauck, de 77 años, recibía a los periodistas adscritos a la Asociación de la Prensa Extranjera (VAP) de Berlín. En teoría es el inquilino de ese palacio del siglo XVIII, pero en la práctica no lo es porque sólo lo utiliza para actos oficiales ya que desde hace una década el presidente dispone de una residencia en el exquisito barrio de Dahlem.

Según la Ley Fundamental, el papel que Gauck ha ejercido durante un lustro es más bien representativo porque carece de poderes ejecutivos. Nombra a jueces y también a generales, pero en tiempos de paz ni siquiera tiene el mando supremo de las Fuerzas Armadas, que recae en la ministro de Defensa Ursula von der Leyen. Por lo general, el jefe de Estado sólo puede interferir en la política del país a través de sus discursos o en las reuniones que suele mantener con los representantes de los partidos políticos tras unas elecciones generales y antes de proponer al Parlamento federal, el Bundestag, un candidato a canciller. Por lo general, el presidente suele coordinar sus actos oficiales con la Cancillería para evitar malentendidos.

Nada más asumir el cargo en 2012, Joachim Gauck le causó algunos problemas a la canciller, Angela Merkel (CDU), cuando en su viaje oficial a Israel se distanció de la tesis de la cristianodemócrata de que la seguridad de Israel es parte de la razón de Estado de Alemania.

Fue la jefa de Gobierno quien le propuso en 2012 para el máximo cargo político del país, cuando el entonces presidente, el cristianodemócrata Christian Wulff, dimitió en medio de un escándalo de corrupción y amiguismo. Dos años antes, Gauck había sido su rival, a propuesta de socialdemócratas (SPD) y ecologistas (Verdes), en la elección indirecta del jefe de Estado. Wulff ganó en la tercera votación. Después del escándalo, Gauck, pastor protestante, debía restaurar la buena imagen del cargo. Entonces llamó la atención que aunque siguiera casado conviviera con la periodista Daniela Schadt, que se convirtió en la «primera girlfriend», como tituló un medio de comunicación español en la reciente visita que la pareja realizó al Estado español. Sin embargo, su vida privada no interesaba en Alemania.

Como Merkel, Gauck fue ciudadano de la socialista República Democrática Alemana y defiende, como dejó claro en el encuentro con los periodistas extranjeros, el «milagro democrático» de la Alemania occidental, que incluso considera más importante que el muy afamado «milagro económico» de la RFA. Su anticomunismo y el haber sido el director del archivo de la Policía secreta de la RDA, la Stasi, le convirtieron en adversario número uno del partido socialista Die Linke y de los simpatizantes de la Alemania oriental. Sus conciudadanos de la extinta RDA le recordaron que a pesar de ser cura y, por lo tanto, opositor a los sistemas socialistas, era también un «beneficiado», porque sus hijos, que habían emigrado a la RFA, podían regresar cuando y como querían. Por supuesto, entre canapés y selectos vinos, ni Gauck ni los periodistas tocaron el espinoso tema.

Tampoco se discutió la línea general que defiende respecto al papel que Alemania tendría que asumir en el ámbito internacional. En 2014 levantó ampollas cuando dijo que para defender los derechos humanos a veces habría que tomar las armas. En su opinión, el país debería participar activamente en la solución de conflictos o con la Unión Europea o con la OTAN. Esta postura, junto a su más o menos disimulado rechazo a la Rusia de Vladimir Putin, le granjeó el calificativo de «belicisita» entre la izquierda alemana.

Así, Gauck ha trasladado de la élite política a la opinión pública el debate sobre si Berlín debe liderar, sin dominar, en la UE. Ya se verá si ante la nueva coyuntura geopolítica su sucesor, el socialdemócrata Frank-Walter Steinmeir, sigue con esta discusión.

En sus últimas semanas como presidente, Gauck centró sus mensajes en las advertencias contra los populismos de derecha europeos. En su encuentro con los corresponsales extranjeros, admitió que el auge de los sentimientos que denomina «renacionalistas» es su principal preocupación, también en lo que respecta a Alemania, donde la ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD) se perfila como la tercera fuerza en las elecciones generales de setiembre.