Natxo MATXIN
DERBI EN EL SADAR

El Eibar no cierra y Osasuna roza su primer triunfo local

Después de seis derrotas consecutivas, Osasuna estuvo muy cerca de lograr su primera victoria liguera local, entre otras cosas porque el Eibar perdonó en la primera parte y, cuando se puso por delante en el electrónico, no supo cerrar el encuentro.

OSASUNA 1

EIBAR 1


Pudo ganar cualquiera y acabó en un reparto de puntos que no contenta a nadie. Tanto Osasuna como Eibar dispusieron de sus momentos, cada uno a su manera. Los rojillos, con más corazón que cabeza y, como casi siempre, buscando la heróica. Los armeros, con más calidad, pero también cierta complacencia al verse superiores, que les pudo costar caro en el tramo final.

Para el primer cuarto de hora, el Eibar ya había enviado tres balones a portería; Osasuna, ni uno. El único obstáculo para que los armeros no se pusieran por delante en el luminoso tuvo nombre propio: Salvatore Sirigu. El guardameta sardo mantuvo vivos a los rojillos durante media hora con un surtido de paradas de diferente factura.

Un centro chut de Arbilla sacado con apuros, una parada con el cuerpo a bocajarro a Enrich y tres intervenciones a otros tantos intentos de Inui, el más activo en ataque de los ayer celestes, sobre todo una manopla a tiro raso del japonés que ya se cantaba como gol.

Los acercamientos locales, con cuentagotas. Tampoco esta vez la enésima probatura táctica de Vasiljevic surtió efecto. Sergio León, caído a banda derecha, y Roberto Torres por detrás del ariete referencia, Kenan Kodro. Un armazón atacante que varió sus posiciones a medida que transcurrió el choque, si bien el problema no estaba ahí, sino en que apenas dispusieron de balones por la escasa capacidad creadora de un medio campo que aterrizó tarde en casi todas las pelotas divididas.

Sensación opuesta

El Eibar no hizo ascos a las facilidades anfitrionas. Solo la falta de puntería le impidió marcharse con ventaja al descanso. La diferencia de ritmo y velocidad fue palpable en cada cuero que transitó por la medular. Una sensación tan opuesta, que todo hacía presagiar que en cualquier momento los de Mendilibar iban a ser capaces de poner tierra de por medio ante un Osasuna manejado a su antojo.

El escaso bagaje navarro en ataque se resumía en un somero y forzado cabezazo de un batallador Kodro a los diez minutos de juego, que salió más cercano del poste de lo que cabía esperar. Y una escuadra rojilla que volvía a pasarlas canutas en la zaga, sostenida únicamente por el protagonismo positivo del cancerbero sardo.

No había indicios de que la dinámica pudiese variar mucho tras el paso por vestuarios, pero el que el Eibar siguiese desaprovechando sus ocasiones y dejando algún hueco más de la cuenta en sus intenciones por anotar el 0-1, hizo despertar el contragolpe local y Osasuna dispuso de un buen tramo en el que creyó que la primera victoria local era posible. La rozó con los dedos cumplida la hora del envite, cuando Vujadinovic cabeceó a placer un corner que solo supo dirigir al centro de la portería y, a renglón seguido, Roberto Torres disparó con la zurda rozando el palo. Pero la más clara fue para Sergio León, solo ante Yoel, pero tan lento que a Lejeune le dio tiempo a llegar antes de armar el golpeo.

Del cabreo a la euforia

Eran los mejores minutos locales y entonces a Vasiljevic se le ocurrió sacar del campo a Causic para meter a Fran Mérida. Mala idea. Casualidad o no, el equipo se cayó y el Eibar volvió a mandar, hasta tal punto que diez minutos después, los armeros se pusieron por delante en el primer balón que tocaba Kike García, reemplazo de Adrián.

La grada rozó el hartazgo cuando el técnico serbio sacó del campo a Sergio León por Clerc –el público pidió la cabeza del entrenador y, por ende, también de la directiva–, se avecinaba una nueva derrota y nada hacía presagiar que el partido iba a dar un vuelco. Pero llegó cuando nadie se lo esperaba, en un clima de gran enfado ante tanto y tan continuo tropiezo. Kodro culminó en el segundo palo y en posición correcta un empate que a los anfitriones les sentó tan bien que a punto estuvieron de firmar su primera victoria en El Sadar del ejercicio.

Sin nada que perder y aupados por un respetable que, en apenas dos minutos, había variado del cabreo a la euforia –cosas del fútbol–, Osasuna pudo lograr los tres puntos con sendos testarazos que no encontraron el premio perseguido. Primero, un Raoul Loé que fue de menos a más no supo concretar a falta de ocho minutos para el final y después el recién entrado Oriol Riera –ese cambio gustó mucho más–, se encontró con el meritorio guante de Yoel.