La Serbia B, a la final y de favorita
El juego grupal «plavi» dominó a una Rusia que reaccionó demasiado tarde.

RUSIA 79
SERBIA 87
Sasha Djordjevic lo volvió a hacer. Después de conseguir que la selección de Serbia llegara bajo su batuta a la final del Mundial de 2014 y de los Juegos Olímpicos de Río 2016, ha guiado al combinado plavi a la finalísima del Eurobasket 2017. Y, obviamente, ahora no tiene que enfrentarse a los Estados Unidos por el oro, sino a una Eslovenia que, tras su fantástica victoria ante España, quizá viva una resaca algo pesada.
Por increíble que parezca, la Serbia que llegaba al Eurobasket sin Teodosic, Kalinic, Nedovic, Nemanja Bjelica o Nikola Jokic, entre otros, se planta en la finalísima con la vitola de favorita.
Y para los que gusten de las efemérides, recordar que el último entorchado continental plavi, aún bajo la nomenclatura de Yugoslavia –aunque solo abarcara a Serbia y Montenegro antes de que esta se independizara–, llegó en Estambul, en la edición de 2001, con Pedja Stojakovic elegido MVP tras batir a Turquía en la final y con monstruos como Bodiroga, Drobnjak –todavía con ansias de jugar–, Tomasevic, Milan Gurovic, Igor Rakocevic o Dragan Tarlac, entrenados por Svetislav Pesic. Fue aquel el primer Eurobasket de dos mozuelos talentosos llamados Pau Gasol y Juan Carlos Navarro, que se colgaron la medalla de bronce tras caer ante los yugoslavos en semifinales, y que mañana pueden decir adiós al basket continental por selecciones con un metal parecido, siempre y cuando superen a Rusia.
Siempre y cuando Rusia comparezca a jugar, porque ayer asomó muy tarde. Y con todo y eso le metió el miedo en el cuerpo a los de Djordjevic, que sobrevivieron a la lesión de Jovic a base de triples de Guduric y Micic, y el talento de Bogdanovic.
En Rusia, con la baja de Karasev, Aleksei Shved se ha quedado demasiado solo, y salvo chispazos puntuales de Khvostov, Vorontsevich o Mozgov, nadie asoma a echarle una mano. Al descanso, Serbia superaba por un claro 34-48 a la Rodina. Si Bogdan Bogdanovic perdía por un punto su duelo anotador con Shved –13 a 14 para el escolta del Khimki–, lo compensaba el banquillo plavi: 19 puntos para Serbia –13 de ellos obra de un Marjanovic que acabó con 18– por cero de Rusia. Como corolario, Vitaly Fridzon, hombre llamado a liderar la anotación rusa saliendo del banquillo, erraba dos tiros libres a falta de cinco segundos para llegar al descanso.
Pocos mimbres para batir a una Serbia que a falta de brillantez, al menos sabe a lo que juega –en honor a la verdad, Rusia también lo sabe, pero en demasiadas ocasiones delega esa responsabilidad de creación y ejecución en un Shved que no puede dar abasto siempre–, y que Bogdanovic, como buen líder, sabe cuándo tirar y cuándo involucrar a sus compañeros.
A buenas horas...
Parecía que el encuentro entraba en un intercambio inocuo de canastas, hasta que, casi de milagro, Fridzon anotó un triple –no anotaría más, pero sí perdería una bola importantísima a 59 segundos– para acabar de meter a Serbia en el partido. En el ínterin, ya sin nada que perder, Shved se lió la manta a la cabeza y comenzó la remontada en plan suicida.
Un plan suicida que casi le sale bien, ya que amén de anotar 33 puntos, fue el máximo asistente ruso, regalando canastas como el mate de Kurbanov, que suplió muy bien a Mozgov como falso pívot, así como un Zubkov que tuvo ciertos destellos muy interesantes.
Para más inri para Serbia, Jovic se lesionó y los muchachos de Djordjevic parecían sentir la presión, y más cuando Marjanovic se cargó de faltas. Después del 57-66 con el que acabó el tercer cuarto, Rusia se arrimó hasta el 67-69 y Shved dispuso un triple a la contra para adelantar a su selección. Erró. Erró y Guduric anotó de tres en el siguiente ataque serbio. Rusia, ya lanzada, no se rindió, pero ahí estaba Bogdanovic –24 tantos– para enfriar los ánimos rusos.
Serbia está en la final y ahora sí, parece dispuesto a sumar su primer oro europeo desde 2001.

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