Mikel INSAUSTI
CRÍTICA «Wonder»

El niño desterrado que quería ser astronauta

Grandes maestros del cine han dicho grandísimas tonterías como que no se puede trabajar en un set de rodaje con niños y animales. A mí mismo si me preguntan hace casi cuatro décadas al salir de ver “El hombre elefante” (1980) sobre la posibilidad de que un menor llegara algún día a hacer una interpretación similar a la de John Hurt, habría contestado que no. Claro que estamos hablando de Jacob Tremblay, un niño prodigio canadiense que en la oscarizada película irlandesa “La habitación” (2015) ya demostró que era capaz de cualquier cosa delante de una cámara. Tenía entonces nueve añitos, y tan solo dos después consigue actuar bajo capas de maquillaje y prótesis faciales, traspasando todas y cada una de las barreras existentes entre su expresividad y la platea, para lo que no basta con una mirada penetrante, sino que hace falta comunicar gestualmente cada emoción, cada sentimiento.

Y, viendo “Wonder”, la duda que me entra va en dirección contraria, porque no debe de ser fácil para un adulto dar la réplica a semejante fenómeno de la actuación. Pienso en la experimentada Julia Roberts, a la que no le basta con hacer uno de los mejores papeles de su carrera para compenetrarse con el que es su hijo en la ficción. Tengo la impresión de que la actriz que hace de hermana del protagonista, que se llama Izabela Vidovic, se muestra más cercana al chaval en función de la menor diferencia de edad existente entre ambos.

Todo el reparto se deja contagiar por la estrella y los personajes giran alrededor de ella, tal como dice un diálogo. Así que la narración se divide en capítulos con los nombres de quienes conviven a diario con el pequeño Auggie, y entre todos van componiendo su retrato vital. El director Stephen Chbosky ya describió en “Las ventajas de ser un marginado” (2012) cómo hay que saber rentabilizar el hecho diferencial, si bien debería ir superando sus tics de cine indie.