Mikel INSAUSTI
«120 pulsaciones por minuto»

El repunte del sida nos devuelve a principios de los 90

El guionista de origen magebrí Robin Campillo ha logrado reconocimiento como escritor cinematográfico gracias a sus colaboraciones con el realizador Laurent Cantet, pero no se ha consagrado en la dirección hasta la presentación en Cannes de este su tercer largometraje, festival en el que se hizo con el Gran Premio del Jurado, el FIPRESCI de la crítica internacional y la Queer Palma a la mejor película de temática homosexual. A la lista hay que sumar el premio del cine europeo al Mejor Montaje, labor en la que ha participado directamente Robin Campillo, además de la selección para representar al mercado francófono en los Óscar.

Robin Campillo sabe muy bien de lo que habla en “120 battements par minute”, por haber vivido en primera persona la situación de los seropositivos a principios de los años 90, cuando fue activista del movimiento Act Up Paris. Del rechazo, de la falta de ayudas y de la urgencia médica nació una respuesta en las calles que hizo ponerse en marcha al colectivo LGTB en sus reivindicaciones. Era mucho más que repartir preservativos y organizar charlas en la universidad, porque aquella revolución social desembocó en un paso adelante contra la discriminación por razones de sexo, junto en un momento en que la enfermedad por contagio sexual estaba siendo aprovechada para criminalizar a este sector.

En medio del turbulento ambiente de la época se escenifica la historia de amor entre Sean y Nathan, respectivamente interpretados por el actor argentino Nahuel Pérez Biscayart y Arnaud Valois, como dos chicos atractivos que comparten una relación íntima y la implicación con el activismo. Las circunstancias adversas harán que no se trate de un romance al uso, debido a que junto a la pasión el instinto de supervivencia se impone. Campillo no juzga sus comportamientos, ni entra a valorar el posible egoísmo de determinadas actitudes.