Mikel INSAUSTI
CRÍTICA «The Party»

¡Pínchala otra vez, Bill!

Si fuera por su banda sonora, no cabe duda de que “The Party” sería la mejor película estrenada en mucho tiempo. Y eso también tiene su mérito, porque a la veterana Sally Potter hay que alabarle el gusto melómano, representado en el personaje terminal de Bill, que en sus últimas horas en este mundo se dedica a pinchar música de dioses, seleccionando cada vínilo como si fuera, efectivamente, el último. A modo de introducción la cineasta ha convocado a su viejo amigo Fred Frith, el de Henry Cow, que se marca una versión del himno religioso “Jerusalem” para guitarra eléctrica. Y hasta el distanciador epílogo a cargo del argentino Osvaldo Pugliese con “Emancipación”, suena el “I’m A Man” de Bob Diddley, el “Summertime” por el saxo de Albert Ayler, el “Surfin” del jamaicano Ernest Ranglin, John Coltrane con “My One and Only Love”, el clásico de Cole Porter “What is this Thing Called Love” por Sidney Bechet, el pianista cubano Rubén González tocando “Como siento yo”, también el Guayabero haciendo “Ay Candela” y el portugués Carlos Paredes cierra la lista a los sones de “Verdes anos”. Me dejo en el tintero un par de temas clásicos fuera de programa, que coinciden con el momento en que Bill (Timothy Spall) está traspuesto y toma los mandos Tom (Cillian Murphy), que no sabe ni lo que pone.

Al presentar una velada casi a tiempo real son los cortes musicales los que marcan el “timing” narrativo en está milimétrica obra, a la que no le falta ni le sobra un minuto. Una pieza de cámara dirigida por Sally Potter con absoluta precisión y ejecutada por siete únicos intérpretes (cuatro mujeres y tres hombres) totalmente mundoescépticos, salvo el gurú centroeuropo al que da vida Bruno Ganz, y que trata de aliviar tanto dolor y furia en vano.

“The Party” es puro “free cinema” británico en blanco y negro, heredero de aquella genial creación de Roman Polanski titulada en catalán “Cul de sac” (1966).