Iraia OIARZABAL
DONOSTIA
LA CUESTIÓN CARCELARIA

Sara Majarenas vuelve libre junto a Izar tras cumplir íntegra su condena

Con la condena de 13 años íntegramente cumplida, Sara Majarenas quedó ayer en libertad y regresó a Donostia junto a su hija Izar, brutalmente agredida por su padre hace más de año. Víctimas de la violencia machista y de una política carcelaria de excepción, su caso desnudó la realidad de cientos de menores con una pesada mochila a la espalda.

La presa donostiarra Sara Majarenas recuperó ayer su libertad tras haber cumplido de manera íntegra una condena de trece años y dos meses de prisión, cuya etapa final ha estado marcada por la violencia machista. En enero de 2017 su hija Izar fue agredida con arma blanca por su padre, un expreso social, durante un permiso de fin de semana. Madre e hija convivían entonces en la cárcel de Picassent (Valencia), a 540 kilómetros de Euskal Herria, lo que complicó una situación ya de por sí dolorosa.

Catorce meses después de la brutal agresión que marcó sus vidas, madre e hija están por fin juntas y en libertad en su casa. Aunque Majarenas cumplía las condiciones para acceder a la libertad condicional cuando Izar fue agredida, ya que había cumplido tres cuartos de su condena, y pese a la complicada situación que vivía su hija, el juez de Vigilancia Penitenciaria de la Audiencia Nacional española, José Luis Castro, no ha permitido que la presa donostiarra volviera a Donostia hasta que ha cumplido íntegramente su condena.

Majarenas llegó anoche a Intxaurrondo, donde le esperaban familiares y amigos. A su llegada, expresó su agradecimiento por el apoyo recibido. Abrazada a la pequeña Izar señaló que su expareja quiso hacerle daño a través de su hija. «El Estado ha utilizado esto para perjudicarme a mí», añadió. Ante ello, incidió en que la movilización fue esencial para lograr que Izar y ella no fuesen separadas.

14 meses de sufrimiento

El caso de Sara e Izar y la gravedad de los hechos que lo rodean ha visibilizado la situación de cientos de niños y niñas con sus progenitores en prisión.

La demanda de que Sara e Izar debían permanecer juntas tras la agresión que mantuvo durante semanas a la pequeña hospitalizada y con graves secuelas se hizo eco desde el primer momento. Durante los primeros días de hospitalización, Sara solo podía ver a su hija durante unas horas cada dos o tres días. Finalmente, tres semanas después de la agresión, logró permiso judicial para cuidar de su hija de manera permanente en el hospital. Mes y medio después de que su padre la acuchillara, tras una gran campaña de denuncia y movilización en Euskal Herria para que madre e hija no fueran separadas de nuevo, el juez Castro decretó el paso a segundo grado de Majarenas, que fue trasladada desde la prisión valenciana de Picassent a un piso de acogida en Madrid junto a Izar, una vez que la pequeña cumplió tres años, edad con la que los hijos e hijas de las presas tienen que abandonar el centro penitenciario.

Las sucesivas peticiones tanto de libertad condicional como de acceso al tercer grado fueron denegadas. El Juzgado Central de Vigilancia Penitenciaria sí admitió que Majarenas pudiera tener permisos de fin de semana «como medio que le permita estar más tiempo con su hija menor de edad [Izar], máxime cuando se está accediendo al principio de flexibilización y no al tercer grado».

En ello influyó además la enfermedad contraída por la presa donostiarra, que le obligó a estar inicialmente hospitalizada y luego en aislamiento médico en su domicilio durante un tiempo, para posteriormente ser devuelta al piso de acogida de Madrid en cuanto su salud mejoró, mientras que Izar se quedó en Donostia con su familia.

Esta situación fue denunciada por Kontxi Ibarreta, madre de Sara y abuela de Izar, en una carta pública que GARA difundió el 21 de marzo: «Sara llega los viernes, y según llega tiene que preparar a Izar para la despedida los domingos. La deja aquí hecha un mar de lágrimas (...) ¿Por qué se empeñan en hacer tanto daño a esta niña?», preguntaba.

Con una sonrisa en la cara y de la mano de su abuela Kontxi, Izar viajó ayer por última vez a Aranjuez para recoger a su madre y traerla de vuelta a casa.