Raimundo Fitero
DE REOJO

En el fondo

Tomamos precauciones para no desesperar y acabamos aplicando fórmulas de atención al paciente cargadas de buena fe, nos refugiamos en frases hechas que conculcan la radicalidad y nos coloca en la indefensión: en el fondo es buena persona, pero resulta que te está pegando, sometiendo, abusando. En casa, en la oficina, en la línea de producción o en la tienda de electrodomésticos. Por activa o por pasiva. El hecho es que cada día hay episodios de violencia de género con consecuencias terminales, graves, pero el tormento más insufrible es el que se manifiesta día a día, lo secreto, lo que no se dice, lo que se asume como una manera de ser y estar. Una comprensión más allá de lo explícito, una forma de perdonar y condenarse.

Según como se mira, puede parecer que existen dos planos de la misma circunstancia. Las mujeres, incluso podemos decir que el feminismo, van ocupando el lugar que se han ganado. Hay instancias en donde se acerca a la igualdad, en donde parece que se han ganado muchas batallas, pero después llega la realidad, la maldita realidad, en la educación, en la fábrica, en todos los lugares y se siguen apuntalando diferencias salariales, se discrimina a las mujeres por poderse quedar embarazadas, y así hasta cerrar el círculo vicioso.

Siguen utilizándose cuerpos de mujer para vender productos de consumo preferentemente por hombres. Parece que existe una imposibilidad para avanzar de manera constante. Hay programas televisivos que insisten en esa discriminación, donde se producen situaciones realmente flagrantes de machismo asumido por los jóvenes con una complacencia que nos deja desorientados. Los medios de comunicación deben tener reglamentación coercitiva para positivar la igualdad. En el fondo, todos saben que hay que actuar de manera inmediata.