Arturo Puente
Periodista
JO PUNTUA

Borrelles y marlaskas

El espejismo ha durado seis meses. El Ejecutivo formado por Pedro Sánchez pretendía, pese a su minoría, llegar hasta casi el final de la legislatura en una campaña electoral continua. Los estrategas socialistas pensaban que era posible, y quizás lo era, pero solo calculando con habilidad y realismo la composición y programa del Gobierno. No ha ocurrido así.

Después de aplazar todas sus medidas estrella y asumir su fracaso con los presupuestos, a Sánchez se le acaba el carrete. La idea de gobernar subido en una mayoría heterogénea formada por el PSOE, Podemos y todos los partidos independentistas y nacionalistas y, a la vez, hacerlo seduciendo a votantes de centro-derecha, desgastando a Ciudadanos y PP, se ha mostrado incompatible.

Sánchez optó por formar un equipo de jóvenes promesas del partido, cargos de confianza y fichajes mediáticos que le daban puntos ante un etéreo centro tecnócrata en el que esperaba crecer. Eran los «borrelles y marlaskas», ministros que metían el ojo a los partidos que le habían aupado a Moncloa, pero que demostraban que no se había «vendido a los golpistas».

Y, con ello, renunció a formar una coalición de Gobierno entre PSOE y Podemos, y con capacidad de hacer guiños a los independentistas. Sánchez descartó la idea de liderar un bloque que se constituyese como un contrapeso a la derecha, y los resultados son palpables. El rifirrafe entre Borrell y Rufián, por mucho que se reinterprete, solo debilita al primero, que necesita los votos del segundo. Mientras, Casado y Rivera van a seguir acusando a Sánchez de cómplice del independentismo tanto si discute con ERC como si no lo hace, porque no es una acusación basada en la realidad sino en las emociones de los suyos.

El Gobierno de borrelles y marlaskas era una mala idea desde el primer día y que solo denotaba el adanismo del PSOE respecto a la política española. Hoy los socialistas vuelven a estar donde estaban en 2015, cuando se encontraron ante la disyuntiva de gobernar con los comeniños rojoseparatistas, y por tanto tratando sus reivindicaciones con respeto, o entregarle el Estado a la derecha por incomparecencia.