César Manzanos
Doctor en sociología
JO PUNTUA

Violencia institucional contra las mujeres

El discurso institucional y mediático, valga la redundancia, pone exclusivamente el acento, al abordar la violencia contra las mujeres, en cuestiones tales como la persecución y penalización de los agresores domésticos, la educación de la infancia y la juventud para «prevenirla», la necesidad de mayor intervención penal y policial para «proteger» a las víctimas, etcétera. Pero si escucháramos la voz y las propuestas del movimiento feminista, al menos en el caso de Euskal Herria, podríamos ver que el cargar las tintas solamente sobre estas cuestiones oculta la responsabilidad de las instituciones y las empresas mediáticas en la desprotección, el desprecio y la victimización secundaria de las mujeres.

En el caso de la violencia machista, no solo en el ámbito doméstico (también en el laboral, educativo, carcelario, etcétera), existen dispositivos buro-represivos para ocultarla, llegando, en muchos casos a conseguir que las mujeres se arrepientan de haber denunciado, como destaca el recientemente informe de Amnistía Internacional. Ante las múltiples situaciones de violencia (por parte de la pareja, de discriminación y/o acoso laboral, de violencia contra las mujeres presas, etcétera), la intervención policial, judicial y mediática, supone un trato degradante que no ha hecho sino acentuar su abandono y desprecio.

Como recoge el comunicado del Movimiento Feminista de Euskal Herria: «La justicia con la que dicen que nos protegen y luchan contra la violencia machista es heteropatriarcal, se basa en lógicas violentas, opresoras y excluyentes. Y está muy lejos de acabar con la violencia machista. Ante estos hechos la impunidad en la que se mueven los agresores, las instituciones públicas, el sistema capitalista y la justicia horroriza, pero no nos detiene». El fondo de alguna de las propuestas que plantean, podemos destacar cómo la clave de una lucha efectiva, radica en actuar frente al colaboracionismo institucional, frente a su hipocresía retórica y su complicidad real a la hora de afrontar la violencia estructural contra las mujeres. Es el protagonismo y apoyo mutuo entre ellas, lo que nos conduce a abolir el poder patriarcal, clasista y racista que sustenta nuestras instituciones y que es el pilar de las diversas formas de violencia contra las mujeres.