Mirari Isasi
Periodista
IKUSMIRA

Como el hormigón

Es que tienen la cara más dura que el hormigón. Cíclicamente, ya sea en periodo navideño o a las puertas de unas elecciones, nuestros cínicos (ir)responsables institucionales despliegan sus campañas publicitarias para recordarnos que consumamos en nuestros pueblos y barrios porque el pequeño comercio local es el que da vida y genera actividad y empleo, porque «lo que gastamos aquí, se queda aquí», dice Unai Rementeria. Cierto. Pero no se puede estar en contradicción permanente entre el discurso político y la realidad de sus políticas.

Es el pequeño comercio el que paga aquí sus impuestos, el que fundamentalmente da trabajo, más estable y de más calidad, el que da vida a nuestras calles. Pero ha sido una decisión política la que ha convertido el Gran Bilbao en una de las áreas metropolitanas con más grandes superficies y centros comerciales por habitante. Una decisión política, la que permite la gentrificación de los centros históricos con alquileres a millón que matan al pequeño comercio y los convierte en un parque temático del pintxopote, arrinconando a quienes viven allí; la que nos ha vendido el argumento de la comodidad para responder a un modelo productivo y familiar que no te deja tiempo para más y que, con él, nos ha impuesto un modelo de consumismo atroz que hemos normalizado. Es cuestión de modelo.

Es lícito apostar por uno o por otro, pero el modo de consumo es también educación, y la elección es nuestra. El lema de la campaña de la Diputación de Bizkaia para «sensibilizar» a los consumidores sobre la importancia de escoger el comercio local es “¿Somos o no somos?”. Pues no, ellos no son.