Raimundo Fitero
DE REOJO

Ajustes

La carta de ajuste política empieza a funcionar. No soporto la vacuidad de Pablo Casado que convierte a Albert Rivera en un filósofo y al pistolero de Amurrio en una opción. El mitin de Pedro Sánchez en el atril de Moncloa es una pieza del museo de los desbarres egocéntricos. También llamado acto de convocatoria de elecciones generales. Por lo tanto, si nadie me lleva la contraria, sabemos hasta el verano la intoxicación electoral que vamos a sufrir, antelo que tenemos dos maneras de afrontarlo. Pasando del todo. O pasando un poco. O ponerse a militar, pegar carteles y mandar tuits. O seguir con la tele encendida y el volumen bajado.

Las cartas de ajustes televisivas tienen dos niveles, el técnico y profesional y el ideológico y partidista. En el primer nivel, lo que cuenta son los resultados. Hay que cumplir con unos porcentajes de audiencias y se aceptan las propuestas, de acuerdo con unos parámetros donde interviene número, segmento social, edad y su eficacia para neutralizar a la competencia directa. Aquí no existen muchos matices. Puede existir en algún periodo una cierta paciencia para ver de consolidar un formato o una conductora, pero los audímetros no engañan. O no deberían engañar. Siguen cayendo programas.

Pero destaca que hay profesionales que acumulan más fracasos que nadie. ¿Por qué será? Pero ahora que entramos de verdad, sin subterfugios, en la campaña electoral, donde se deciden los garbanzos de muchos programas, anunciantes y periodistas de partido, los ajustes se van a ir produciendo de manera constante. No hay que ver fantasmas. Hay que ver los especiales, las estrategias de ETB, por ejemplo. Ya no hay puntada sin hilo, nunca, pero el hilo actual está tintado partidariamente y con conexiones directas con los delegados de campaña.