Una muestra descubre a Balenciaga con sus contextos visibles y ocultos
Los contextos que rodearon la labor creativa de Cristóbal Balenciaga son la base de la nueva exposición del museo dedicado al modisto, un recorrido por todo su ciclo profesional. Es la segunda parte de una muestra anterior subtitulada «Conversaciones», en la que vuelven a exhibirse un gran número de diseños que no habían sido expuestos hasta ahora.

Dos maniquíes con los trajes de azafata de la compañía aérea dan fe en la última de las seis salas del Balenciaga Museoa de esa concesión que el maestro de la alta costura hizo a la confección de tallas predefinidas en 1968, tras 52 años de trabajo ininterrumpido, después de los cuales mantuvo un retiro “activo” colaborando con amigos y conocidos.
“Cristóbal Balenciaga, Moda y Patrimonio. Contextos”, presentada ayer, es la segunda parte de una muestra anterior subtitulada “Conversaciones”, en la que vuelven a exhibirse un gran número de diseños que no habían sido expuestos hasta ahora.
El más antiguo, ya conocido, es un traje sastre de 1912 que confeccionó para una de sus primas cuando tenía 17 años. Entre los que diseñó en su casa de Donostia y que aún no se habían expuesto figuran dos vestidos de noche de 1936 en los que el sello Balenciaga empieza a ser ya visible.
Contexto
Pero la muestra no son solo los 80 diseños seleccionados para la ocasión. Son estos más sus contextos visibles y ocultos, que acompañan a las piezas para darles mayor sentido según el lugar y el momento en el que fueron creadas.
Una réplica del icónico reloj de sol de la Maison Balenciaga de París decora el espacio ocupado por un abrigo de sarga de lana negra con cuello y puños de armiño blanco de 1928.
Es un objeto que introduce el contexto temporal, al igual que algunas fotografías de mujeres con sus vestidos de novia dan el contexto emocional a los trajes que el modisto diseñó para sus bodas, explicó Igor Uria, director de colecciones del Museo.
La recreación de un salón de alta costura, solo accesible para sus clientas, se halla asimismo entre esos contextos ocultos, mientras que otros documentos, como recortes de periódicos, forman parte de los públicos, del entorno sociocultural y de los hechos históricos, como la II Guerra Mundial, cuya escasez de materiales y el espíritu patriótico que hizo aflorar marcaron por unos años una moda de inspiración militar.
Los periódicos, como parte del contexto mediático, recogieron el impacto de Balenciaga en el mundo de la alta costura. Una prueba de ello son unas líneas que le dedicó “The Times” en 1955 y que ayer leyó Igor Uria. «Tal es su sentido de la proporción, su conocimiento de cuándo hay que detenerse antes de que la fantasía se convierta en un sinsentido que uno solo puede sentirse cautivado, sintiendo una profunda satisfacción que proviene de estar mirando una fina obra de arte», decía ese medio de Cristóbal Balenciaga. Muchos otros diarios, de los españoles y franceses hasta el “San Francisco Chronicle”, se hicieron eco en 1968 de su retirada. “Women's Wear Daily” dijo en su número del 23 de mayo de ese mes que era «el fin de una era».
Pero en su retiro, Balenciaga asesoró y colaboró en algunos proyectos de “prêt-à-porter” de amigos y conocidos, como las empresas Subijana y Cía de Villabona (Gipuzkoa) y Textil Tarazona (Zaragoza). Ahora el museo exhibe también un vestido de novia en crepe de chine blanco que el modisto diseñó en 1971 para la boda del pintor donostiarra Vicente Ameztoy y Virginia López Montenegro.
Junto a Uria presentaron ayer la exposición de Getaria el consejero vasco de Cultura, Bingen Zupiria; la directora del Museo, Miren Vives, la directora de Cultura de la Diputación de Gipuzkoa, Mari Jose Telleria; y la comisaria y creadora de exposiciones, Judith Clark, que también se encarga de “Conversaciones”.

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