Ramón SOLA
donostia
Interview
JON IÑARRITU
NÚMERO DOS DE EH BILDU AL CONGRESO POR GIPUZKOA

«Del PSOE mejor no fiarse, pero hay más opciones si EH Bildu y ERC son decisivos»

Iñarritu no necesita presentación ni siquiera en Madrid, donde se ha convertido en uno de los diputados y senadores más activos, anticipando de algún modo esta EH Bildu que quiere ser determinante con su acción política. Estos casi siete años en las dos cámaras le dan una perspectiva cualificada sobre qué se mueve allí y qué se puede llegar a conseguir.

Son siete años, primero en el Congreso y luego en el Senado, pero ¿cuántas preguntas, interpelaciones, mociones...?

Pueden ser cerca de 2.000 en total. Sí, unas cuantas.

Pues no está mal para representar a un sector político que antes pensaba que no había mucho que hacer en Madrid...

Uno de los mitos que quieren crear algunos partidos es que EH Bildu solo iba a Madrid a chillar. Se ha demostrado que no, que trabajamos, que somos decisivos algunas veces como se ha mostrado recientemente [con los decretos de Sánchez], que tenemos contacto con otras formaciones e incluso con el Gobierno... Eso sí, con una participación diferenciada.

Iñarritu se ha convertido en referencia no solo en Euskal Herria, sino por ejemplo en inmigración en el Estrecho...

Aunque Euskal Herria sea nuestra prioridad, desde la solidaridad internacionalista hay temas que es imprescindible trabajar. Esa crisis migratoria ahora tiene más eco, pero cuando llegamos al Congreso prácticamente ninguna formación política hacía nada ahí, Podemos ni existía. De igual forma, tenemos el foco en Catalunya por la represión.

Pues el PNV dice que a EH Bildu le preocupa más lo de Jaén que lo de Laudio...

Si Aitor Esteban piensa esa frase dos veces, no la dice. Primero porque no es real. Y porque no está enfrentado preocuparte de tu país y de lo que ocurre más allá de nuestros límites, cuando lo que nos interesa son las personas. El PNV se equivoca si cree que EH Bildu es su adversario en las instituciones madrileñas. Lo sensato, lo inteligente, lo de sentido común, sería acudir de manera conjunta en defensa de esa agenda vasca. Por algún motivo, no lo desea. No sé si es un ataque de celos porque ha visto que EH Bildu sí era decisivo o es un enfado porque su relato se le ha caído, cuando decía que en Catalunya nadie se quería sacar una foto con nosotros y hemos conseguido un acuerdo estratégico con ERC, BNG y otras; o cuando decía que EH Bildu solo iba a gritar a las instituciones; o cuando decía que no somos decisivos; o que nadie quería contactar con nosotros... Incluso el PP, que ahora se rasga las vestiduras, también nos ha llamado.

Ha convivido con una mayoría de derechas en el Congreso en las legislaturas de Rajoy y con una mayoría de derechas en el Senado en esta recta final. ¿Cómo la percibe? ¿No está ahora mucho más radicalizada?

Este PP de Casado está en una carrera a la extrema derecha con Vox y Ciudadanos. El Senado es tildado de cámara de segunda, pero ha servido para lo que realmente la previeron algunos; aplicar el 155 en una tarde y entre aplausos. Desde que entré ahí representando a EH Bildu [como senador autonómico], tenía claro que lo único que cabía hacer era usarlo para controlar al Gobierno, porque llegar a acuerdos era imposible con mayoría del PP. Por eso yo me he centrado en interpelaciones al Gobierno y en el Congreso mis compañeros Oskar [Matute] y Marian [Beitialarrangoitia] han podido hacer un trabajo más de búsqueda de acuerdos de mínimos, con otra mayoría.

¿Podemos decir que si ganan las derechas no quedará otro remedio que jugar a la defensiva, a mantener lo que hay, y si se repite la mayoría de este último año hay una ventana de oportunidad para arriesgar?

El escenario está abierto. Con ERC, podemos conformar el conjunto de parlamentarios y parlamentarias soberanistas de izquierdas más importante de estos últimos 40 años. ¿Qué puede ocurrir? Tres cosas. Una, que gobierne el «trifachito», lo que nos obligaría a un escenario de confrontación y denuncia. Otro, más probable que el anterior, que PSOE y Cs conformen un gobierno, con riesgo de que no se avance en eliminar recortes sociales y recentralización. Y otro, bastante probable, que haya un PSOE sin mayoría para gobernar y que votos de soberanistas vascos y catalanes puedan ser decisivos, y ahí siempre se primarán los derechos de la ciudadanía, vasca y catalana pero también del resto del Estado.

En este último contexto, ¿Sánchez puede ir más adelante de lo que lo ha hecho este año?

A ver, tenemos la experiencia de que del PSOE es mejor no fiarse. Pero ante un escenario con nubes oscuras y riesgos, hay más opciones de avances si los votos de EH Bildu y ERC son decisivos. Alguna vez alguien, si es verdaderamente estadista, se tendrá que sentar en una mesa e intentar resolver el tema territorial. Acabamos de ver a Sánchez negar tres veces, como San Pedro, el derecho de autodeterminación, pero podemos recordar a gente tan severa como Margareth Thatcher negando en Irlanda cualquier diálogo y solución, y cómo con Blair o Major acabó habiendo un diálogo sin condiciones y un acuerdo de resolución que incluía la autodeterminación de Irlanda.

¿Qué espina clavada tiene Jon Iñarritu de estos siete años?

Cuando llegamos en 2011, yo estaba convencido de que en siete años la pacificación estaría mucho más avanzada, tanto en materia penitenciaria como en reconocimiento de todas las víctimas. La batalla del relato ha echado el freno a los dos grandes partidos del Estado y hay también grandes presiones de grupos de interés. No es normal que siete años después estemos hablando de si puede haber un acercamiento, o que el Gobierno no quiera ni siquiera esclarecer Sanfermines de 1978 o el 3 de Marzo de Gasteiz. Hemos visto también cómo la llamada «entrega de los sellos de ETA» por París a Madrid se vendía como un logro en esa batalla del relato, cuando –y no lo digo por revanchismo sino por puro sentido común– lo que el Gobierno español tenía que entregarse a sí mismo son los sellos de la guerra sucia, de los GAL, de la tortura... para avanzar así en el reconocimiento de todas las violencias y víctimas, sin equiparaciones pero sin exclusiones.