Raimundo Fitero
DE REOJO

Está pasando

Maldita necesidad de poner un titular cuando uno siente la necesidad imperante de entrar en materia sin preámbulos ni consideraciones previas. Todo viene a cuento de una serie televisiva a la que un servidor no le ha prestado nunca demasiada atención porque me parece que utiliza lenguajes, situaciones, personajes que escapan a mi seguridad interpretativa de la vida y las relaciones entre los seres humanos, el poder y lo irracional, “Juego de Tronos”. Vale, de acuerdo, no debería confesar mis limitaciones ni mis fobias, pero aquí viene lo bueno.

Termina la serie, o eso han dicho, y a los muy fans de la misma, no les ha gustado lo sucedido en esta última temporada, ni el final, por lo que han creado un movimiento dedicado a cambiar el final de la serie. ¿Se entiende de lo anterior? Indignados, cabreados, se movilizan para que se alteren las relaciones de poder en una ficción. Esto da pie a dogmatismos y oportunismos, pero en una primera instancia, resulta que hay unos cientos de miles, quizás millones de seres humanos, formados académicamente, con un grado de inteligencia entre normal y superior a la media, que les interesa más, lo virtual, la ficción, que la realidad de su entorno que, en teoría, les afecta más.

Se puede interpretar de dos maneras, como un triunfo de la ficción, de la misma serie, o como un fracaso global de una parte de la sociedad que, si acaso y no está claro, va y vota, pero que no es capaz de intervenir de manera activa para cambiar algo su realidad política cercana, la de su calle, su barrio, su pueblo, su ciudad, su herrialde o su país. Vivimos en lo exterior, como nuestra inteligencia que nos la proporciona un aparato que es además nuestro chivato a bancos y policías. Esto está pasando. Y por hoy nada más. Me voy a llorar porque se acaba “Big Bang Theory”. Y eso sí es grave.