Nora FRANCO MADARIAGA
Opera

El embrujo de Bizet

La exótica partitura del jovencísimo Bizet llena estos días de colorido y evocadoras melodías el auditorio del Euskalduna, dibujando con leves pero magistrales pinceladas sonoras, como si se tratase de un cuadro impresionista, un fabuloso paisaje tropical donde todo resulta misterioso y fascinante, sensual y cautivador.

Y esta seductora atmósfera la ha sabido recoger perfectamente el director italiano Francesco Ivan Ciampa en su versión, de una altísima calidad musical, convirtiéndose –con permiso de los cantantes– en el principal protagonista de la ópera. El minucioso cuidado de Ciampa manejando con maestría equilibrios y tiempos hace brillar el exquisito trabajo orquestal del compositor, que encuentra en los instrumentistas de la BOS el catalizador perfecto para materializar su hechizo.

La mano del maestro italiano se extiende también sobre el escenario, dejando a las voces desarrollar su canto con comodidad. Esto, junto a un trío protagonista de auténtico lujo, ha permitido que el público bilbaíno esté disfrutando de una de las mejores óperas no sólo de la temporada, sino de los últimos años.

El esperado tenor Javier Camarena no ha defraudado en absoluto. Al contrario, con su voz franca libre de artificios, de pasmosa facilidad y cálido timbre, encarnó a la perfección el personaje de Nadir, haciendo fácil lo difícil y arrebatando al público con su famosísima aria “Je crois entendre encore”, que interpretó sin pasar de la complicada media voz y terminó tumbado, como ya hiciera en Bilbo el añorado Alfredo Kraus.

Y si esperado era Camarena, inesperado fue el cambio de última hora del barítono Mariusz Kwiecien por el estadounidense Lucas Meachem que, como viene siendo habitual en las sustituciones de ABAO, superó cualquier expectativa dando vida al personaje de Zurga con una voz muy timbrada, de color agradablemente claro, que brilló especialmente en el registro agudo y que convenció en su interpretación y expresividad.

Ambos cantantes desgranaron un inmejorable dúo “Au fond du temple saint”, en el que sus voces empastaron de forma extraordinaria dejando para el recuerdo de los asistentes una huella imborrable.

El triángulo amoroso sobre el que gira la obra se completó con la soprano María José Moreno en el papel de Léïla, que interpretó con candorosa dulzura, coloratura cristalina y bien dibujada y cuidada teatralidad. Cantó con gusto, limpieza y sentida ternura el bello dúo de amor junto a Nadir y encandiló su delicada aria “Comme autre fois”.

El coro, correcto en sus difíciles intervenciones, así como el bajo Bou en su rol de Nourabad, completaban el reparto de una producción escasa en su escenografía –a duras penas suficiente– que dejaba a los cantantes abandonados en el inmenso escenario demostrando, al mismo tiempo, que la buena música no necesita de ningún accesorio para ejercer su embrujo.