Álex ROMAGUERA
BARCELONA

Barcelona, Ada Colau se apoya en el 155 y entierra la equidistancia

«Por imperativo legal, con lealtad al Rey, a la Constitución y al Estatut, para servir a todos y cada uno de los ciudadanos y ciudadanas de Barcelona». Así empezaba Ada Colau su segunda andadura como a alcaldesa de Barcelona, en un pleno que pasará a la historia por su calado político, pues a todas luces rompe con la tradición de los ayuntamientos democráticos surgidos hace 39 años.

Después de una semana de especulaciones y maniobras tácticas, ayer se consumó el pacto entre los Comunes y el PSC, que con 10 y 8 concejales respectivamente, necesitaban la concurrencia de un tercero para llegar a los 21 concejales que se exigen para tener la mayoría absoluta del pleno.

En una decisión que ha implosionado todas las coordenadas conocidas hasta ahora, el candidato de Ciudadanos, Manuel Valls, cedió tres de sus concejales para dar de nuevo a Colau la llave del consistorio.

En tan solo cuatro años, pues, Ada Colau ha pasado de contar con el apoyo de ERC y la CUP en la investidura a revalidar el cargo gracias a los diferentes actores del 155, de los cuales la formación de Jaume Collboni ha sido su principal acreedor y Valls la muleta útil para hacerlo posible.

Aunque en la pasada legislatura Barcelona en Comú expulsó a Jaume Collboni del gobierno municipal por el apoyo de Pedro Sánchez a la intervención de la Generalitat y la consiguiente represión al soberanismo, ha repetido con el PSC un acuerdo que le puede pasar factura cuando menos lo espere.

Sólo cabe escuchar las palabras que Ernest Maragall le mandó al tomar la palabra: «Que nadie nos exija nada, porque no seremos aliados dóciles de un falso progresismo». Ante un Consell de Cent rebosado de solemnidad, el candidato de Esquerra Republicana, la fuerza más votada en los comicios, recriminó a Colau haber cerrado un acuerdo «contra-natura» con el españolismo y mantenerse en una «equidistancia insostenible» ante el embate que el Estado somete al independentismo.

Forn, rostro de la anormalidad

La jornada en Barcelona se presumía tensa y llena de distopías difíciles de encajar en tan poco espacio. Y ciertamente el panorama no defraudó.

En plaza de Sant Jaume, miles de personas convocadas por Òmnium Cultural y la Assamblea Nacional Catalana (ANC) atizaban a Colau con esteladas y alusiones a sus actitudes «peronistas», mientras acordonados por sus pancartas cientos de fieles de Barcelona en Comú proclamaban a viva voz “alcaldessa!, alcaldessa!”.

Dentro del edificio, los contrastes llegaron hasta al paroxismo. En una parte de la bancada se colocó Joaquim Forn, el cabeza de lista de JxCat que continúa encarcelado a la espera de la sentencia del Tribunal Supremo. Forn, que después del pleno fue conducido nuevamente a Soto del Real, denuncio que Colau se alinee con el 155, si bien apeló a encontrar espacios de diálogo para afrontar los retos que Barcelona tiene en materia de vivienda, turismo, movilidad o medio ambiente.

«Contra los nacionalismos»

Justo al frente de Forn, y como metáfora de lo acontecido, se sentó el concejal del Partido Popular, Pep Bou, que no disimuló su malestar cuando en la lectura de los cargos electos, el público aplaudió al exconseller de Carles Puigdemont.

Bou aprovechó su breve intervención para arengar contra el gobierno de Quim Torra, a quien llamó totalitario y supremacista, a la vez que mostró su «satisfacción y alegría» porque Colau repita de alcaldesa.

También suscitó todas las miradas Manuel Valls, que en su parlamento se proclamó «servidor público dispuesto a luchar contra los nacionalismos». En una clara alusión a los tres concejales de Ciudadanos que han votado la investidura de Colau (Celestino Corbacho, Eva Parera y el mismo), el exministro francés justificó su postura para «evitar que Barcelona caiga en manos de los independentistas y respete la Constitución del 78, la justicia y la ley».

«Llibertat» ante Valls

Valls acabó su turno aseverando que «en España no hay presos políticos ni exiliados», hecho que fue contestado por una parte de los presentes al pleno al grito de “libertad”.

La jornada terminó con la comitiva travesando la Plaza de Sant Jaume, epicentro de una Catalunya cuya capital ha pasado definitivamente a ser parte encarnizada del conflicto tras esta convulsa constitución municipal.